El Ayahuasca como camino evolutivo. Por Alonso del Río

Dentro de todas las maravillosas posibilidades que nos ofrecen las plantas maestras, encontramos que un tema poco tratado es el de la evolución personal de quien las usa.
Muchas personas tienen la creencia de que el graduarse en una profesión u oficio (médico, curandero o cualquier otro) implica el aceptar y practicar principios éticos de alto nivel. La realidad nos muestra que esto no es así389710_105686792902548_44258078_n necesariamente. Una cosa es conocer adecuadamente una técnica curativa y otra es practicarla en beneficio de los demás.
Hace muy pocas décadas que la sociedad occidental empezó a tomar interés por las antiguas tradiciones y sus brebajes sagrados, pero aún está muy lejos de entender todo su potencial y, sobre todo, las complejas relaciones que componen su tejido. Durante el tiempo que viví en la Amazonía fue frecuente escuchar entre las personas que venían de Lima u otras ciudades la siguiente pregunta: ¿No conoces un buen brujo para tomar ayahuasca?
Al principio los miraba con desconcierto, preguntándome: ¿Sabe lo que está hablando? Pero luego comprendía que era su total desinformación la que los hacía hablar de esa manera.
Al poco tiempo de vivir en zonas en donde la gente toma ayahuasca y visita regularmente a un curandero, le queda muy claro a uno que hay dos personajes en la escena: el brujo y el curandero. Esto vale como primera información, pero este mundo es mucho más complejo de lo que aparenta.
Ningún brujo se presenta como tal y a veces –dependiendo de su habilidad para ocultarse– una persona normal tarda mucho tiempo en reconocerlo como tal.
Por otro lado, muchos brujos también curan, lo que introduce en el escenario una tercera categoría: el brujo-curandero.
¿Cuáles son los parámetros éticos que definen a cada quién? Llamo brujo a la persona que solo usa los conocimientos y poderes adquiridos para matar o causar daño. Llamo brujo-curandero a quien usa estos mismos poderes y conocimientos tanto para dañar como para curar a las personas, según la demanda del cliente. Si le pagan para curar, él cura. Si le pagan para dañar, el daña. Llamo curandero a aquella persona que solo se dedica a curar a sus semejantes y que bajo ninguna circunstancia es capaz de generar o devolver ningún daño.

Para regresar al tema principal que nos ocupa haremos la siguiente pregunta: ¿A cuál de estos tres personajes consideraríamos más evolucionado?
La lógica de nuestra ética social prácticamente nos obliga a elegir al tercero, pero nuestra ética individual (aquella que nadie conoce y que nadie ve) a veces no está de acuerdo. Este pequeño impase trae a la realidad la eterna pugna entre “lo que debe ser” y “lo que es”.
Solo muy pocos serán capaces de contradecir públicamente que una persona que no genera o devuelve un daño está éticamente por encima de alguien que sí lo hace. Sin embargo, sin un adecuado marco social que proponga una ética clara y específica para el caso, como mecanismo de control social, muchas personas que reconocen qué es lo correcto pueden sentirse tentados a devolver los golpes a sus legítimos dueños.
La siguiente pregunta: ¿Queremos institucionalizar la venganza como un derecho inalienable? ¿O queremos trascenderla y liberarnos de patrones mentales tan destructivos? Un viejo adagio dice: “El rencor es el veneno que uno toma pensando que así se puede dañar a otro”. La realidad es que a cualquier persona normal le hace un daño muy grande, tanto física como emocionalmente, el alimentar su propio odio y rencor, aunque crea tener la mejor de las justificaciones. Yo lo calificaría simplemente como un mal negocio, una situación donde todos pierden. Si creemos que odiando y devolviéndole el mal vamos a curar la enfermedad y resolver los problemas, estamos totalmente equivocados.
El odio y la venganza es un veneno que hace mal primeramente a quien lo genera. En segundo lugar, la energía destructiva que es lanzada sobre una persona solo puede operar si la persona “abre la puerta”; es decir, si tiene energías (pensamientos) que resuenen con la energía del atacante. Mientras menos emociones negativas seamos capaces de crear y guardar, tanto más difícil les será a otros el molestarnos.
Planteada esta situación básica de las dinámicas energéticas nos queda abordar el tema del camino evolutivo.
Podemos entender la evolución como la transformación gradual de un estado a otro mejor o más perfecto. Por lo tanto, un camino evolutivo es la práctica de los conocimientos que nos pueden llevar a un mejor estado de ser.
Ese mejor estado de existencia lo relacionamos todos con las grandes virtudes del género humano, pero creo que la palabra Amor expresa por consenso la síntesis perfecta de hacia dónde queremos ir como individuos y como sociedad. Sin embargo, para lograr ese mejor estado, lo primero es reconocer que no lo tenemos o que se encuentra en estado incipiente. Si no reconocemos nuestra real situación, nunca seremos capaces de mejorarla.
Una buena herramienta para medir nuestro amor es observar nuestras respuestas ante cada situación de la vida. Podemos responder de tres maneras: tumblr_llwuwqshRF1qbqwc2o1_500De forma injusta, en forma justa y en forma amorosa. La injusticia es darle a los demás menos de lo que les corresponde. La justicia es darle a cada quien lo que le corresponde. El amor es dar a cada uno más de lo que le corresponde.
Dentro de esta lógica, solo nos queda reconocer nuestra encubierta incoherencia, pues por un lado queremos evolucionar, pero por otro, cedemos muy fácilmente a las tentaciones de nuestras tendencias menos altruistas. No creo que se deba ni se pueda obligar a nadie a mejorar, pero sí creo que debemos sincerarnos para llegar a sanos acuerdos.
Aunque no tengamos en todo momento la suficiente energía para reaccionar de la mejor manera, esto no debe afectar ni desacreditar el propósito general ni el rumbo de nuestro camino. Si en alguna situación nuestros condicionamientos nos llevan a obrar de forma injusta, es necesario reconocerlo, pero sin perder de vista cuál es nuestra meta. El punto es no decir una cosa y hacer lo contrario.
¿Queremos contentarnos con ser personas justas o queremos evolucionar hacia el amor? ¿Cuál debe ser la nueva norma social o el nuevo código ético de un curandero de este tiempo?
En la actualidad muchas personas de todo el mundo están cada vez más interesadas en experimentar las plantas maestras, más como una herramienta de autoexploración y crecimiento interior, a la par de resolver problemas físicos.
Mucha gente encuentra respuestas que ninguna religión ni años de terapias psicológicas tradicionales han sido capaces de darles. Gracias a que amplía nuestra capacidad de autoexploración, las plantas maestras y el ayahuasca, concretamente, pueden convertirse en un verdadero camino evolutivo. Un camino en donde el elemento indispensable es la propia sinceridad luchando contra el autoengaño, nuestra verdad contra nuestra mentira.
Si observamos las plantas en las selvas, encontraremos que el éxito de su evolución está en la capacidad de abrirse paso hacia la luz, pues la luz es su alimento. Las plantas compiten arduamente, unas con otras, por tomar la mayor cantidad de luz posible y las que más luz consigan serán las que más alto lleguen.
A pesar que la luz en todas sus manifestaciones es uno de nuestros principales alimentos, el ser humano se pasa la vida compitiendo por las cosas más absurdas e inverosímiles, pero hasta ahora no se ha inscrito un record guiness por la cantidad de luz que alguien puede captar.
Parece que no nos importa realmente competir por eso. La luz es la verdad en nuestras vidas, lo que nos permite ser transparentes. Exponernos a esa luz hace que no podamos tener algo que ocultar.
Las plantas sagradas pueden dar luz, pero también pueden dar oscuridad y confusión. Nos pueden ayudar a evolucionar o nos pueden ayudar a perdernos entre el abuso de poder y la ignorancia. Es realmente una línea muy delgada la que separa una opción de otra, pero lo que nunca debemos olvidar es que la elección es siempre nuestra.
Aún así, la posibilidad de extraviarnos está dada en todas las disciplinas y en todos los caminos; no es exclusiva de las plantas maestras. Es más, creo que las plantas maestras sí tienen una gran ventaja frente a otros caminos evolutivos, pero, justamente, en esa ventaja puede que se esconda su peligro.
La ventaja de la cual hablamos es que pueden mostrarnos en forma contundente e inapelable “realidades” que serían muy difíciles de percibir, generalmente porque no nos conviene verlas o porque están más allá de la conciencia de nuestra mente.
Tenemos la posibilidad de ver las cosas tal cual son, tanto dentro como fuera, lo bueno y lo malo, y el peligro se encuentra en que seamos capaces de ver la parte negativa que debemos cambiar y, sin embargo, no hacer nada. Este es un gran peligro, pues, al igual que un antibiótico mal tomado, crearemos resistencia al desarrollo de la conciencia y entonces la medicina deja de hacer su efecto como tal, deja de tener sentido el tomarla.
Todo se vuelve una farsa.
En síntesis, las plantas nos muestran aquello que debemos cambiar para evolucionar, pero ellas no nos van a cambiar; nosotros tenemos que hacerlo.
Ellas nos muestran el camino, nosotros debemos recorrerlo.
Las plantas maestras son también plantas de poder y el poder no es ni bueno ni malo, es poder, depende de quién lo usa y para qué lo usa. Un bisturí en manos de un médico puede salvar muchas vidas, pero en manos de un delincuente puede hacer mucho daño. Por eso insistimos en que quienes tienen el llamado de compartir estas plantas maestras en ceremonias deben ser personas cuyas vidas estén por encima de todas las bajezas que podemos tener los seres humanos. Debemos construir juntos un nuevo marco social que proponga e impulse una nueva ética para curanderos de un nuevo tiempo.

Alonso del Río. Hombre medicina, cantante y escritor.

 Pueblo Continente. Vol. 23, Nº 1. Trujillo, Perú

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Crónicas de un detenido por Ayahuasca.

Recogemos las explicaciones de otro detenido por recepción de Ayahuasca en España. Lamentamos que el sistema judicial siga realizando dichas detenciones, aun y sabiendo que son ilegales, según la misma JIFE.

«Llaman al portero automático, pero aún estoy en la cama y no abro. Llaman insistentemente pero sigo con mi plácido sueño. Al cabo de un rato llaman al timbre de casa varias veces, hasta que, preocupado por si estaba sucediendo alguna emergencia, me levanto y abro la puerta, medio desnudo y con el rostro aún hinchado de sueño. Resulta que es un “trabajador” de correos de dos metros de alto y bastante corpulento. Tiene un paquete para mí, así que le doy mi DNI y firmo su petición. En cuanto le devuelvo el bolígrafo, aparecen dos hombres que estaban escondidos en las escaleras, como dos armarios también, y me cogen de los brazos. Vale. Ya estamos.

 Mi experiencia con la Ayahuasca se remonta a un par de años atrás, cuando viajé a Perú y la probé de la mano de un chamán, en el Amazonas, a unos quilómetros de Iquitos. Esa experiencia me cambió la vida. Abandoné el consumo de drogas, que anteriormente había sido algo compulsivo, ya que en la Ayahuasca encontré lo que inconscientemente estuve buscando en las demás drogas, así que ya no me hacían ninguna falta. Pero no solo se trataba de eso. Fue una experiencia terapéutica a muchos más niveles. Me permitió valorarme a mí y a la vida como nunca lo había hecho, me aportó una nueva comprensión de la realidad y de nuestra naturaleza; en definitiva, “de qué va todo esto”. Esto era Medicina. Medicina que cura el cuerpo y la mente, y nuestro (algo más), siempre con amor y paciencia.

Desde antes de probarla ya había decidido estudiar la carrera de Psicología, pues siempre ha sido mi vocación. Y en ese momento supe que aquella Planta, en el campo de la Psicología y bien aplicada, podía ayudar a millones de personas en profusos problemas de todo tipo. Se me abría un campo lleno de posibilidades, de oportunidades de compartir con otros, esta maravillosa y extraordinaria medicina.

 Ya en España tomé en diversas ocasiones, y por cosas de la vida, nos reunimos un pequeño grupo de estudiantes de Psicología, interesados en conocer la Planta. A mí me rondaba por la cabeza tomar Ayahuasca solo, sin guía, ya que me sentía preparado para ello. Y me decidí del todo cuando un muy amigo mío y hombre-medicina me apoyó en la idea, y no solo eso, sino que también me animaba a ofrecer la Planta a mis amigos interesados.

En esos días había mucho revuelo con el tema de detenciones por Ayahuasca, y no me decidía a pedirla. Al fin me arriesgué, ya que entre los amigos que la querían experimentar también había gente que quería realmente un cambio, y necesitaban “arreglar” asuntos personales, así que no podía negarles la oportunidad cuando ya lo habíamos hablado. Sin considerarme un chamán ni nada por el estilo, decidí ofrecerla, en un acto de plena confianza hacia la planta, esperando que ésta me guiase en todo momento de las ceremonias cuando lo necesitase.

 Adquirí todos los utensilios chamánicos necesarios, e incluso varios regalos para los que me acompañarían, y que me hacía ilusión entregar antes de empezar las ceremonias. Nunca les pedí ni un euro por ello. Me resultaba inmoral pedir dinero por esa experiencia, pues sabía bien lo que representaba, y también sabía que a la Planta no le hubiera gustado que me lucrase con un acto que provenía desde lo más hondo de mi corazón.

 Así que cualquiera se puede imaginar lo ridículo del asunto. Me acusan contra un delito de contrabando, y contra la salud pública. No entiendo qué contrabando, si ni por un instante he pensado en vender esta medicina, ni la he obtenido con ánimo de lucro, todo lo contrario, más bien he limpiado mi bolsillo.

Lo más preocupante es el delito contra la salud pública. ¿Quién lo ha pensado esto? En todos los estudios realizados tanto en Barcelona como en otras partes del mundo, no se demuestra que la Ayahuasca pueda causar algún daño, ya sea de tipo neurotóxico o hepatotóxico. Es más, hay un famoso estudio en el que las muestras consumidoras de Ayahuasca puntúan más alto en cognición y memoria, y más bajo en psicopatología, que las muestras de población normal.

Esto no es droga. No es tóxica, no es adictiva, no genera tolerancia. Cuando yo decido ofrecer la planta en un marco serio, terapéutico y ritualístico, estoy haciendo un acto de promoción de la salud en las personas que asisten a la ceremonia. Esas personas pueden obtener beneficios increíbles en sus esferas cognitivas, emocionales, sociales y espirituales. Pueden liberarse de ansiedades, de miedos, e incluso solucionar con su propio trabajo problemas que les persiguen desde hace tiempo. Pero en el peor de los casos, en el peor, habrá sido una experiencia más, sin trascendencia alguna. ¿Qué juez de qué tribunal puede ver en esto un delito contra la salud pública?

Desde que tengo uso de razón he percibido esta sociedad como un lugar intrincado, hipócrita, y sobretodo infiel a la naturaleza de sus habitantes. Cuando a los 14 ó 15 años Freud me lo explicó en “El malestar en la cultura” aún me convencí más de esa idea. Y desde entonces, en infinitas situaciones, la cotidianeidad me lo ha ido corroborando, pero esta vez, sin embargo, es la demostración, en mi opinión, más patente y exacerbada de la enfermedad que corroe la sociedad occidental. La sociedad donde los actos de amor y altruistas se pueden llegar a castigar con multas y hasta con prisión. La sociedad que no comprende qué significa realmente la palabra “medicina”. La sociedad que culpa primero a un hombre con buenas intenciones, antes que a grandes especuladores que están lanzando a la calle cada día a miles de familias que no disponen ya del sagrado dinero.»

 

¿Por qué algunos curanderos creen ver el ‘aura’ de las personas?

Investigadores españoles han descubierto que muchos de los individuos que dicen ser capaces de ver el aura de las personas, los conocidos popularmente como “curanderos” o “santones”, presentan en realidad un fenómeno neuropsicológico denominado sinestesia (en concreto, sinestesia emocional), que explicaría científicamente esta supuesta “virtud”.

Los sinéstetas “mezclan” los cinco sentidos, al tener más interconectadas las áreas del cerebro encargadas de procesar cada uno de los estímulos, de forma que son capaces de ver o paladear un sonido, por ejemplo, sentir un sabor o asociar a las personas con un determinado color.

En un artículo publicado en la revista Consciousness and Cognition, Óscar Iborra, Luis Pastor y Emilio Gómez Milán, profesores del departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada, han ofrecido, por primera vez en el mundo, una explicación científica al fenómeno esotérico del aura, un supuesto campo energético de radiación luminosa multicolor que rodearía a las personas a modo de halo y que resulta invisible para la gran mayoría de los seres humanos.

En términos neurológicos, la sinestesia consiste en que en el cerebro de ciertas personas (los sinéstetas) se produce un “cruce de cables” o conexiones sinápticas que no existen en la mayoría de las personas normales. Este hecho “les permite establecer asociaciones automáticas entre regiones cerebrales que habitualmente no están conectadas”, explica Gómez Milán, una cualidad que tendrían muchos de los curanderos que dicen poder ver el aura.

Los científicos advierten en su artículo que “no todos los santones y curanderos son sinéstetas, pero en este colectivo sí que se da una mayor incidencia de este síndrome, al igual que ocurre con muchos pintores y artistas, por ejemplo”. Para realizar esta investigación, entrevistaron a varias personas afectadas por sinestesia, entre los que se encontraban supuestos curanderos, como el granadino Esteban Sánchez Casas, conocido como “El Santón de Baza”.

Muchos le atribuyen ciertos “poderes paranormales”, como poder ver el aura de las personas, “cuando en realidad se trata de un claro ejemplo de sinésteta”, explican los autores de esta investigación. El Santón de Baza presenta sinestesia caras-color (la zona cerebral del reconocimiento de caras se asocia a la zona de los colores, por lo que asocia a cada persona con un color); sinestesia tacto-espejo (cuando observa a una persona que está siendo tocada o que experimenta un dolor, él experimenta ese mismo dolor); una alta empatía (la capacidad de sentir lo que está sintiendo otra persona) y esquizotipia (ciertos rasgos de personalidad con tendencia a formas atenuadas de paranoia y de alucinación que se da en las personas sanas).

Todo esto “le permite tener un sistema de creencias, una alta capacidad de hacer que la gente se sienta comprendida y ciertas habilidades de lectura emocional y del sufrimiento”, apuntan los científicos.

A la luz de los resultados, sus autores advierten del enorme “efecto placebo” que provocan los curanderos en las personas, “aunque padezcan realmente sinestesia y sean capaces de ver el aura o sentir el dolor del otro”. Algunos de estos santones “presentan ciertas habilidades y actitudes que les permiten creer en su capacidad de sanar a los demás, pero en realidad se autoengañan” pues la sinestesia no es un poder extrasensorial, sino una percepción subjetiva y “adornada” de la realidad, advierten los expertos.

http://noticiasdelaciencia.com/not/4156/_por_que_algunos_curanderos_creen_ver_el__lsquo_aura_rsquo__de_las_personas_/

La caída del imperialismo farmacológico en salud mental.

En los últimos dos años, y especialmente a lo largo de este año 2012, se han sucedido una serie de hechos que han puesto en entredicho la validez de la teoría que reduce la explicación de los trastornos mentales a simples desequilibrios bioquímicos, así como ha aumentado el número de voces que advierte sobre el peligro de que la industria farmacéutica haya acumulado demasiado poder e influencia a la hora de determinar qué es lo que puede considerarse enfermedad mental y cómo tratarla. La cuestionable eficacia de los antidepresivos y los antipsicóticos, junto a sus efectos adversos, y la creciente e imparable expansión de categorías diagnósticas en salud mental con cada nueva edición del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, considerado una de las la «Biblias» de la psiquiatría y uno de las principales fuentes de ingresos de la organización) son debate de actualidad en foros científicos y periódicos de gran alcance.

Según el modelo en el que se fundamenta la terapia farmacológica actual de la enfermedad mental, y por ende, la práctica en psiquiatría, los trastornos mentales vienen determinados biológicamente (obedecen a desequilibrios de determinados neurotransmisores cerebrales) por lo que su tratamiento debe establecerse sobre la base de la administración de ciertos psicofármacos que corrijan estas desviaciones. El auge de esta explicación de la enfermedad mental, que coincidió en el tiempo con la introducción de los primeros psicofármacos en el mercado, en la década de los 50, y se consolidó con la aparición del Prozac en los años 80, ha venido acompañado de un vertiginoso aumento del número de diagnósticos de trastornos mentales. Las cifras hablan por sí solas: el número de personas que consume antidepresivos se ha triplicado en tan sólo 10 años y la nueva generación de antipsicóticos -Risperdal, Zyprexa (olanzapina) o Seroquel (quetiapina)- se ha convertido en líder de venta mundial, por encima de cualquier otro fármaco para tratar dolencias o enfermedades físicas.

Inmersa en esta imparable carrera de la psicofarmacología, la sociedad ha aceptado confiadamente depositar su salud mental en manos de la industria farmacéutica. Sin embargo, unos cuantos visionarios están haciendo tambalear las premisas sobre las que se sustenta esta conceptualización de la enfermedad mental, dedicando sus años de investigación a responder a cuestiones fundamentales, como si los psicofármacos realmente funcionan, qué consecuencias puede tener este elevado consumo de medicamentos en nuestro organismo, o si, por contra, su proliferación obedece a otros intereses.

Dentro de este conjunto de voces críticas se encuentran prestigiosos investigadores procedentes de muy diversas ramas, como la psicología, la psiquiatría, la antropología, la biología, la química o el periodismo, quienes, a través de diferentes pruebas y argumentaciones, comparten una misma conclusión: la necesidad de dar un giro en la atención que se presta en salud mental, dado que el modelo teórico que explica los trastornos mentales únicamente como un desequilibrio químico cerebral que hay que subsanar no se sostiene y puesto que recientes investigaciones evidencian que los psicofármacos no funcionan tan bien como se ha hecho creer, e incluso, es más, pueden resultar muy perjudiciales.

Uno de los principales críticos al modelo farmacológico en salud mental es precisamente un psiquiatra estadounidense: Daniel Carlat. En su obra titulada Unhinged: The Trouble with Psychiatry—A Doctor’s Revelations About a Profession in Crisis (Los trastornados: El problema con la psiquiatría- las revelaciones de un médico relacionadas con una profesión en crisis), explica los intereses (no precisamente científicos) que impulsaron el cambio en la conceptualización de los trastornos mentales hacia un modelo exclusivamente bioquímico y habla sin tapujos sobre la poderosa alianza entre la psiquiatría y las compañías farmaceúticas, aportando esclarecedores datos al respecto (Daniel Carlat y la alianza entre la psiquiatría y la industria farmacéutica).

Esta creciente intromisión de la industria farmacéutica en el quehacer de la psiquiatría ha levantado el recelo de un amplio grupo de profesionales del ámbito de la salud mental. Un artículo publicado el pasado mes de marzo en la conocida revista PLoS Medicine destapaba la existencia de graves conflictos de intereses entre muchos de los expertos que trabajan en la elaboración de la nueva versión del DSM (DSM-V) con industrias farmacéuticas o empresas afines (El DSM-V continúa sembrando polémica debido a los conflictos de intereses de sus comités). Al mismo tiempo, un grupo de psicólogos y psiquiatras de Reino Unido publicaba un polémico artículo en la revista The Guardian criticando la imparable ampliación de categorías diagnósticas prevista para el DSM-V y advirtiendo de las graves consecuencias que podría tener para los miles de personas que iban a ser etiquetadas como «enfermas mentales» a causa de comportamientos que en realidad no tienen nada de patológicos. Fruto de estas críticas y de una importante campaña de recogida de firmas se ha conseguido que algunas de las nuevas propuestas diagnósticas más controvertidas no sigan adelante (Los encargados del DMS-V dan marcha atrás en algunas de sus decisiones).

En medio de esta polémica, diversos estudios científicos han puesto en duda la eficacia asociada a los antidepresivos y antipsicóticos de segunda generación. En primer lugar, Irving Kirsch y su equipo de investigación, al que Infocop tuvo la ocasión de entrevistar hace un par de años (Los antidepresivos en tela de juicio), han sido los artífices de una prometedora y provocadora línea de investigación que ha revolucionado la interpretación de los resultados de la literatura científica en depresión. Sus estudios ponen de manifiesto que,en comparación con el placebo, la eficacia de los fármacos antidepresivos es prácticamente inexistente en los casos de depresión ligera, moderada e incluso grave – evidencia que ha sido avalada también por otros equipos de investigación, como el de Khan (2002) o el de Fournier (2010)-. Es más, tal y como demuestra el trabajo de Irving Kirsch, la eficacia de los antidepresivos no se debe a un efecto de su mecanismo de acción sobre el nivel de serotonina, sino al efecto que causa la expectativa que tiene el paciente de mejorar cuando asume que está bajo un tratamiento supuestamente eficaz, ya que, según demuestra su investigación, los antidepresivos no son más que otro tipo de placebo con efectos secundarios muy notables (Irving Krisch y la caída del mito de los antidepresivos).

Asimismo, un reciente artículo realizado por el equipo de Erick H. Turner y publicado también en la revista PLoS Medicine, advierte que la aparente efectividad clínica de los fármacos antipsicóticos de segunda generación puede estar influida por el denominado sesgo de publicación, que consiste en la tendencia a la publicación selectiva de ensayos clínicos favorables en revistas científicas, en detrimento de los ensayos que no han obtenido dichos resultados. Los autores del trabajo señalan con preocupación que no se está aportando toda la información a la comunidad científica, ni con la precisión que se requiere, a pesar de la transcendencia que tiene a la hora de determinar las decisiones clínicas en el tratamiento de las personas afectadas, sembrando de nuevo la duda sobre los intereses que hay detrás de los ensayos clínicos, subvencionados, en su inmensa mayoría, por las propias industrias farmacéuticas (Se cuestiona la eficacia de los fármacos antipsicóticos).

De hecho, este mismo año, dos importantes laboratorios de EE.UU. han sido sancionados con multas millonarias por «publicidad engañosa». Por un lado, la empresa Abbott se enfrenta a una multa de 1.600 millones de dólares por promover un medicamento estabilizante del estado de ánimo (Depakote) para usos no aprobados, incluido el tratamiento de la esquizofrenia, la demencia y el autismo, a pesar de la ausencia de pruebas científicas sobre su seguridad y eficacia. Por otro lado, el pasado mes de abril, la compañía farmacéutica Johnson & Johnson (J&J) ha sido sancionada con una multa de más de 1.100 millones de dólares por ocultar los riesgos del antipsicótico Risperdal, según ha sentenciado un juzgado de Arkansas.

Otros investigadores llegan incluso más lejos en sus conclusiones acerca de la utilización de psicofármacos, advirtiendo que tanto los antidepresivos como la mayoría de los fármacos psicoactivos no son sólo ineficaces, sino perjudiciales. Esto es lo que ha demostrado un equipo de investigación liderado por el biólogo evolutivo Paul Andrews, tras analizar las consecuencias del consumo de antidepresivos (cuyo mecanismo de acción radica en aumentar el nivel de serotonina en el cerebro), sobre otros procesos biológicos del cuerpo humano en los que también está involucrado este neurotransmisor, como la digestión, la coagulación de la sangre, la reproducción o el crecimiento. Los resultados de este estudio, publicado el pasado mes de abril en la revista Frontiers in Psychology, establecen que los riesgos asociados al consumo de estos fármacos (y entre los que se encuentra el riesgo de accidente cerebrovascular y muerte prematura en personas mayores) no compensan los supuestos beneficios que puedan tener sobre el estado de ánimo (¿Por qué los antidepresivos causan más daños que beneficios?).

Esta misma línea de argumentación es defendida también por Robert Whitaker, quien en su obra titulada Anatomy of an Epidemic: Magic Bullets, Psychiatric Drugs, and the Astonishing Rise of Mental Illness in America (Anatomía de una epidemia: panaceas, psicofármacos y el impactante ascenso de la enfermedad mental en EE.UU.), pone de manifiesto que después de décadas de investigación, los resultados científicos evidencian que la teoría del desequilibrio químico para explicar las enfermedades mentales no se sostiene. Es más, según establece Whitaker, basándose en los resultados de técnicas de neuroimagen en pacientes con trastorno mental en tratamiento farmacológico: «Antes del inicio del tratamiento farmacológico, los pacientes diagnosticados de esquizofrenia, depresión o cualquier otro trastorno pisquiátrico no presentan estos famosos desequilibrios químicos. Sin embargo, una vez que una persona inicia el tratamiento farmacológico, que de una manera u otra abre una llave en la mecánica habitual de la transmisión neuronal, su cerebro empieza a funcionar de manera anormal». Es decir, que es el consumo a largo plazo de fármacos psicoactivos el que da lugar a un daño irreparable en el cerebro, provocando una atrofia cerebral y no al revés (Robert Whitaker y los efectos nocivos de los psicofármacos).

A partir de las conclusiones establecidas por todos estos investigadores, la validez del modelo farmacológico que impera en nuestros días para tratar los trastornos mentales es, cuanto menos, muy cuestionable. En contrapartida, y si tenemos en consideración la evidencia científica de los últimos años, la terapia psicológica y, específicamente, la terapia cognitivo-conductual, ha demostrado ser una alternativa más eficaz y económica que los fármacos para el tratamiento de la ansiedad y de la depresión y, a diferencia del tratamiento farmacológico, no supone ningún riesgo para la salud y no presenta ningún efecto secundario adverso. No obstante, seguimos inmersos en un modelo de atención en salud mental excesivamente medicalizado y esta visión biologicista y simplista de la enfermedad mental, impide que se tengan en cuenta otros tratamientos alternativos, que sí funcionan y que, a medio y largo plazo, no suponen un incremento de la carga presupuestaria.

Dado el creciente protagonismo que están alcanzando estas voces críticas, Infocop tratará en profundidad, en los próximos días, el análisis de estas y otras cuestiones, gracias a la participación de dos expertos de nuestro país. En primer lugar, Marino Pérez Álvarez, psicólogo Especialista en Psicología Clínica y catedrático de psicología del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo, ofrecerá una aguda reflexión sobre las implicaciones del modelo biologicista aplicado a la salud mental. En segundo lugar, Héctor González Pardo, profesor titular de la Universidad de Oviedo y miembro del Instituto Universitario de Neurociencias del Principado de Asturias (INEUROPA), proporcionará una interesante selección de investigaciones que dan cuenta de la verdadera acción de los psicofármacos (específicamente de los antipsicóticos) sobre el sistema nervioso.


Referencias:

I. Kirsch (2010). The Emperor’s New Drugs: Exploding the Antidepressant Myth. Basic Books.

R. Whitaker (2011). Anatomy of an Epidemic: Magic Bullets, Psychiatric Drugs, and the Astonishing Rise of Mental Illness in America. Crown.

D. Carlat (2010). Unhinged: The Trouble with Psychiatry—A Doctor’s Revelations About a Profession in Crisis. Free Press.

E. H. Turner, D. Knoepflmacher y L. Shapley (2012). Publication bias in antipsychotic trials: an analysis of efficacy comparing the published literature to the us food and drug administration database. PLoS Med 9 (3): e1001189. doi:10.1371/journal.pmed.1001189.

Paul W. Andrews, J. Anderson Thomson, Ananda Amstadter, Michael C. Neale. Primum Non Nocere: An Evolutionary Analysis of Whether Antidepressants Do More Harm than Good. Frontiers in Psychology, 2012; 3. Doi: 10.3389/fpsyg.2012.00117.

Khan, A., Leventhal, R.M., Khan, S.R., Brown, W.A. (2002). Severity of depression and response to antidepressants and placebo: an analysis of the Food and Drug Administration database. Journal of Clinical Psychopharmacology, 22, 1, 40-45.

Fournier, J.C., DeRubeis, R.J., Hollon, S.D., Dimidjian, S., Amsterdam, J.D., Shetlton, R.C. y Fawcett, J. (2010). Antidepressant drug effects and depression severity. A patient-level meta-analysis. Journal of the American Medical Association, 303, 1, 47-53.

Entrevista a Alejandro Corchs, hombre medicina de Camino Rojo.

«Tengo 36 años. Soy uruguayo. Soy hombre medicina. Estoy casado y tengo dos hijos (4 años y 9 meses). ¿Política? Libre. ¿Dios? Gran Espíritu, le llamo yo. Mi padre y mi madre fueron secuestrados, torturados y asesinados. Sufrí y albergué rencor, pero hoy me siento en paz.»

Qué pasó con sus padres?
Entraron los militares en casa, los secuestraron, los torturaron durante semanas en una celda, los asesinaron y sus cuerpos no han aparecido.

¿Qué militares?
Los de la operación Cóndor, un acuerdo de las dictaduras del Cono Sur para eliminar a personas que consideraban subversivas.

¿Lo eran sus padres?
Huidos de la dictadura uruguaya, trabajaban en Argentina sin activismo político. Nací yo, y sólo querían criarme tranquilamente. Pero aquel día todo terminó para ellos…

¿Qué recuerda de aquel día?
Nada. Yo tenía un año y nueve meses. Crecí y culpé a mis padres por no estar conmigo.

¡Pero no fue culpa de ellos!
Mis abuelos me contaron que habían volado a España y que no podían volver…

¿Por qué le contaron eso?
Para apartarme de lo sucedido. Un día nos visitó una amiga de mi madre, de Zaragoza, y le pregunté: «¿Por qué mi madre no me quiere? ¡Tú vienes a verme y ella no!».

Buena pregunta.
Rompió a llorar, se arrodilló y me contó toda la verdad. Yo tenía ocho años y me entristecí y alivié a la vez. Y necesité saber más.

¿Y averiguó algo?
Que mi madre chilló para que los militares no se me llevaran también. Los militares no querían escándalo y permitieron que mi madre me dejase con un vecino. Ese vecino sabía que los militares volverían a buscarme…

¿Sí? ¿Para qué querrían un bebé?
¡Para regalarme a alguna familia del régimen! Volvieron y no me encontraron: el vecino contó a los militares que unos familiares habían venido a recogerme…, y le creyeron. Pero me había entregado a otro vecino.

¿Qué pasó con usted?
Mis abuelos me localizaron, me ocultaron, me sacaron clandestinamente de Argentina. Me crié en Uruguay. Siempre lloraba…

¿Se politizó al conocer la verdad?
A los trece años se hizo pública mi historia y varios partidos me quisieron, pero yo dije: «La política ya salió muy cara en mi familia».

Y se apartó de la política.
Fui dj en la radio musical, gané dinero, alcancé popularidad, coche, muchas novias…

Qué bien.
Era incapaz de comprometerme con una mujer. ¡Hoy sé por qué! Dentro de mí, temía ser abandonado por una mujer… como siendo bebé. ¡Por eso tenía varias mujeres!

¿Y le preocupaba eso?
Sentía que algo no estaba bien dentro de mí, aunque afuera pareciese que sí. Entonces me quedé sin trabajo, y me deprimí, enfermé… Seguí un tratamiento, hasta que mi psicoterapeuta dictaminó: «Yo ya no puedo hacer más: a ti te curarán los indios».

¿Qué indios?
Poco después, un chamán indígena me indicaba el árbol bajo el que debía pasar varios días en soledad y ayuno casi total…

¿Para qué?
Quise probar. Y resistí. A la quinta noche, estando acostado, oí una voz en mi cabeza: «Ahora sabrás lo que le pasó a tu madre».

¿Se asustó?
No. Me desplacé por túneles subterráneos hasta desembocar en una celda, tumbado boca arriba, y sentí lo que mi madre sintió…

¿Y qué sintió?
Dolores terribles mientras la violaban durante días, con un único pensamiento: «¡Dios mío, que mi niño esté bien, que no le pase nada a mi hijito, cuánto le amo!».

Qué espanto.
Y una voz iba contando meses de mi edad: al llegar a «dos años y dos meses y medio», sentí un gran dolor, la luz del techo bajó… y fin. Y volvió la voz: «Ahora, tu padre».

¿La muerte de su padre?
Aparecí en otra celda, sentí lo que sentía él: dolor físico y este solo sentimiento: «¡Que a mi esposa y a mi hijo no les pase nada!». Luego la cuenta: «Dos años y tres meses». Dolor de huesos quebrados, agua que me sube hasta la cabeza… y una luz y luego la paz.

¿Le cambió esa experiencia?
Entendí que no había sabido conectarme con el amor de mis padres, que había vivido con rabia y rencor. Me abracé a su amor y me perdoné. Hoy vivo en el amor.

¿Se ha reconciliado con la vida?
Sí. Hace pocos años, el vicepresidente me dio un documento que reconoce la tortura de mis padres y que resistieron hasta el 2 de mayo de 1978. Yo le solté: «¡Según mi fuente, mi padre murió quince días después!».

Es lo que su visión le reveló, ¿no?
Extrañado, rebuscó en los archivos y tuvo que rectificar: «Su fuente tiene razón, ¡ha habido un error! Aquí veo que su padre fue arrojado al Río de la Plata el 16 de mayo». ¡Los huesos rotos, el agua que le subía…!

¿Qué haría si hoy se topase con los asesinos de sus padres?
Uno me confesó haber hecho todo eso a otras personas, y me imploró que le perdonase: «Nada tengo que perdonarte: ¡sólo tú puedes perdonarte a ti mismo!», le dije.

¿Cómo es hoy su vida?
Cuento mi historia y ayudo a otros a vivir de acuerdo con la ley del amor.

¿Y cuál es la ley del amor?
Da todo el amor que puedas, pide todo el amor que necesites. Y todo lo que hagas a otros te lo haces a ti… Y, con un proverbio cheroqui, enseño que juzgar no es amar.

Enséñeme el proverbio cheroqui.
«Siempre que señales a alguien… fíjate en que tres dedos están señalándote a ti».

http://www.lavanguardia.com/lacontra/20120719/54326507666/la-contra-alejandro-corchs.html

Modelos Tibetano y Occidental de «salud mental»

La primera vez que me interesé por la idea de los modelos tibetano y occidental de salud mental fue cuando era estudiante graduado en Harvard. Tuve la suerte de disfrutar de una beca de viaje Harvard pre-doctoral y luego de una beca post-doctoral, lo que me permitió vivir en Asia dos años y estudiar algo que me asombró, francamente, cuando me di cuenta por primera vez de lo que había allí para estudiar.

Yo, como estudiante de Psicología en Harvard, había llegado a dar por supuesto, como se da por supuesto tácitamente en Occidente, que la Psicología es una disciplina científica que surgió en Europa y América en el siglo pasado. Así que cuando llegué a Asia y empecé realmente a examinar los sistemas orientales de pensamiento, me quedé asombrado al descubrir que hay un sistema psicológico encerrado en cada gran tradición religiosa, la parte esotérica de la religión. Y de los sistemas que estudié me pareció que el budismo tibetano tal vez contuviese la más refinada de esas psicologías. Tiene, por ejemplo, un modelo fenomenológico preciso y análisis detallados de estados mentales y de los procesos de cognición y de conciencia. Ofrece una definición operativa de salud mental y un método para transformar la conciencia que es completamente único y muy diferente de nuestro propio enfoque occidental. Y lo que es más significativo: ofrece una visión de posibilidad humana que sostiene que el logro de estados como la ecuanimidad y la compasión (es decir, un amor sin apego) no es solo un objetivo abstracto sino posible.

Yo sostengo que el modelo de salud mental que encontramos en las psicologías orientales excede y amplía, de una forma muy vigorosa, nuestra noción de salud mental. Lo que me intriga es que nunca me dijeran ni una palabra sobre esto durante mi período de formación ni en ningún curso de Psicología, a pesar de que estas psicologías se han estado aplicando durante más de 2.000 años. Creo que es muy chocante: 2.000 años es mucho tiempo. ¡Veremos si dura tanto el conductismo! Y si dura tanto la ciencia cognitiva, en realidad.

Hay una panoplia de ciencias interiores en el budismo tibetano. Me gustaría centrarme en una de las más elementales. Es un modelo de la mente compartido con otras ramas del budismo; el theravada tiene un modelo muy similar. Se llama Abhidharma. La unidad básica de análisis en el modelo Abhidharma es un solo momento de la mente en la sucesión de esos momentos en el flujo de la conciencia. En este modelo se considera caracterizado cada uno de estos momentos digamos que por diferentes «sabores», llamados factores mentales. Cada factor mental tiene propiedades únicas que determinan nuestra experiencia subjetiva de momento a momento. En este modelo, lo que se considera primario en la conformación de la experiencia no es la realidad externa (no el objeto de conciencia) sino más bien las propiedades de ese momento de la propia mente. Por ejemplo, si el objeto de la conciencia es tu declaración de la renta, podrías estar viéndolo a través de las lentes de un factor mental de miedo, de cólera, de tristeza, o, teóricamente, de alegría… cosa improbable, sin embargo.

La cuestión es que cada estado mental, cada momento de la mente, está compuesto de una gama cambiante de propiedades que se unen al sabor y definen ese estado. Hay un bonito y sucinto adagio zen que lo explica: «Una mujer hermosa es un gozo para su amante; para un asceta, una distracción; para un lobo, una buena comida.»

Hay innumerables propiedades de la mente, y es un tanto arbitrario cómo cortes la tarta. Abhidharma selecciona unos cincuenta factores mentales que considera cruciales, la mitad de los cuales aproximadamente se consideran malsanos, considerándose los otros saludables.

La regla general de la salud mental es muy clara y directa. Los estados que son malsanos, o insanos, son aquellos que no conducen a la calma, a la tranquilidad, al equilibrio, a la meditación, al logro de la iluminación. Esa es una norma básica en este sistema psicológico. Si un factor mental mantiene o aumenta esa ecuanimidad y todo lo demás, entonces se considera sano, o saludable. El resultado es lo que equivale a un manual diagnóstico y estadístico, si se prefiere, muy antiguo: un modelo de la mente que analiza diferentes estados de la mente y los clasifica como sanos o insanos.

Muchos estados de la mente que se consideran perfectamente normales en la Psicología occidental, se consideran una patología en esta Psicología budista. El grupo de los insanos son lo que se llaman emociones aflictivas, o factores mentales aflictivos (emoción no es exactamente el término, ya que algunas de estas propiedades son cognitivas o perceptuales); veamos algunos en detalle.


Ilusión

El factor mental insano primario es la ilusión, o ignorancia, un elemento perceptual definido como una nebulosidad de la mente que lleva a falsa percepción, confusión y desconcierto. La ilusión nos impide ver las cosas claramente. Es la raíz fundamental del sufrimiento, el simple no ser capaz de ver las cosas sin ningún tipo de parcialidad. Desde un punto de vista psicológico occidental diríamos que es percepción protegida, como opuesto a percepción que no necesita ocultarse nada, que no tiene ningún miedo.


Apego

El segundo factor malsano es el apego, un término un poco arcaico. Un término mejor y más actual sería aferrarse, porque su sabor es el de un ansia egoísta de satisfacer el deseo que exagera el atractivo de lo que se desea. Es un deseo que distorsiona. Expresa una cualidad adictiva del ansia. En este modelo el apego es egoísta, el amor no lo es.


Cólera

La cólera o la hostilidad, es una aversión intensa que distorsiona la realidad también, pero en dirección opuesta a aferrarse. Nos hace ver las cosas bajo una luz desagradable. Desconcierta, extravía y perturba la mente.


Engreimiento 

El engreimiento, o la presunción, es una autoimagen hinchada o suficiente que nos hace, citando una fuente, «envidiosos de los superiores, rivales de los iguales, y arrogantes con los inferiores». Pero el modelo Abhidharma es un catálogo extremadamente exhaustivo de la mente, así que no entraré en las 7 variedades de presunción que se han descrito.


Ideas erróneas

Las ideas «erróneas» o «enfermas» son otro factor clave. Se trata de la percepción o el discernimiento equivocados de las cosas. Tras percibir erróneamente debido a la ignorancia, uno sigue interpretando erróneamente. Me gustaría indicar también que todos estos factores se pueden cartografiar fácilmente en términos de ciencia cognitiva. Estamos hablando de una distorsión perceptual fundamental que luego, en el flujo de información, conduce a categorizaciones erróneas y a reacciones emotivas vinculadas a éstas.


Indecisión

Otro factor aflictivo es la indecisión, o perplejidad, la incapacidad de decidir. La mente está llena de duda extrema; estás tan desconcertado que te paraliza la indecisión.

Hay varias aflicciones derivadas en que se mezclan estos factores. De la ira, por ejemplo, vienen la cólera, la venganza, el despecho y la envidia, y del apego, cosas como la avaricia, la petulencia, la excitación y la agitación. La Psicología Abhidharma considera que la excitación caracteriza muy frecuentemente la mente de la gente normal porque, citando la misma fuente, «hace que la mente se enrede en la fantasía incontrolada o la frivolidad». Eso equivale a decir que el flujo de la conciencia, como tendemos a preferir nosotros, es un flujo de excitación y agitación en nuestro estado natural normal… que es diferente del «estado natural» en el sentido en que lo diría Su Santidad el Dalai Lama.

La excitación es interesante, porque desde un punto de vista occidental no es anormal ni patológica. Pero pasa a serlo cuando intentamos meditar. Recordad que era una de las reglas determinantes clave para saber si un factor mental es sano o insano. Si estamos demasiado excitados, demasiado distraídos por la fantasía y demás, no podemos sencillamente centrar la mente.

Hay largas listas de factores aflictivos. Tres que resultarán familiares a cualquiera que haya estudiado alguna vez el Catecismo de Baltimore son: envidia, pereza y letargo. Creo que no es ningún accidente el que haya una comunidad, que se puedan ver partes del análisis Abhidharma de la mente en otros sistemas religiosos, como el catolicismo. Creo que la filosofía perenne (como la nombró Huxley) que subyace a todas las religiones muestra que persiguen el mismo objetivo y tienen visiones muy similares de cuál es realmente el problema de la condición humana.

En el budismo la solución se ve en relación con los factores mentales sanos o saludables, que son los antídotos de los malsanos. Veamos algunos.


Claridad

La claridad o certidumbre es ver las cosas muy claramente, una agudeza de la mente que es antitética de la ilusión.


Desapego

El desapego es una cualidad de la mente que consiste en no aferrarse, no codiciar. No aferrarse ni a nada ni a nadie. Es distinto de lo que podríamos llamar frialdad gélida, una especie de actitud esquizoide que la Psicología Abhidharma consideraría una forma sutil de ira. Lo que se entiende por desapego es una actitud que deja ir fácilmente y no se aferra.



Bondad amorosa

Es la antítesis del odio, de la aversión. Estos tres factores saludables se oponen a lo que se considera que son las tres raíces del sufrimiento mental: apego, odio e ilusión.

Hay otros factores sanos y saludables. Para agotar rápidamente la lista, figuran entre ellos: el entusiasmo o energía; fe (o más bien confianza… ya que se trata de una fe inteligente, inquisitiva, no de una fe ciega); dignidad; consideración con los demás; recta conciencia; no violencia, o compasión (desear que todo el mundo se halle libre del sufrimiento es el verdadero sentido del término); o la ecuanimidad.

Lo que tenemos, pues, es una definición operativa de salud mental que dice simplemente que la persona más sana es la persona en cuya mente nunca surgen los factores malsanos. Se trata de un tipo ideal, el prototipo de salud mental. El problema es, claro está, que la mayoría de nosotros estamos la mayor parte del tiempo en estados en los que hay una cierta mezcla de esas cosas. Según esas normas, nos ajustamos al diagnóstico de Buda de que: «Todas las personas mundanas están trastornadas». Así que la cuestión es: ¿qué hacer?

Pero el Psicólogo Abhidharma comprendió que el simple hecho de saber que un estado es malsano hace poco o nada por ponerle fin. Si lamentas tu indecisión y deseas que desaparezca, lo que estás haciendo es añadir aversión y deseo a la mezcla de estados mentales aflictivos… ¿comprendéis la dificultad? Así que la estrategia es una especie de enfoque aikido, en que ni buscas los estados de salud directamente ni intentas expulsarlos. Lo que haces es meditar.

Estoy simplificando excesivamente, claro. Pero lo que haces, en resumen, es embarcarte en un camino completo de autodisciplina, que incluye normas éticas y un maestro que sepa realmente lo que está pasando y pueda ayudarte en los escollos. Pero la psicotecnología primaria fundamental es la meditación en sus muy diversas variedades. Reformulando esto, meditación, en términos de ciencia cognitiva, es simplemente el esfuerzo sostenido para reconvertir hábitos perceptivos y de atención. El esfuerzo se centra en transformar el proceso de conciencia, no su contenido, y ahí es donde las dos vías, la de Oriente y la de Occidente, empiezan a divergir.

Ahora bien, hay una vasta gama de técnicas en el budismo tibetano, más que en ningún otro sistema sobre el que esté informado yo. El camino de la fijación en un punto tal como se considera encarnada en la reacción de relajamiento es uno de ellos, en él haces volver a la mente a un punto focal central y obtienes los efectos calmantes de ese enfoque. Otro es la atención consciente, que es en realidad meditación como «metacognición», en el sentido en que se usa en psicología cognitiva, conocer tu propia mente. En la atención consciente, se procura desarrollar una conciencia observante dentro del flujo de la conciencia, que simplemente advierte lo que está presente en ese flujo de instante en instante. Si sigues esos caminos, cualquiera de ellos, con diligencia suficiente, llegas a un punto en que hay cambios abruptos de percepción, cambios provocados en la conciencia por la meditación. Si sigues la fijación en un punto, tu contrato contigo mismo es que siempre que tu mente vague la vuelves al punto central de focalización. Si eres muy bueno, llegas finalmente a un punto en que cesan todas las distracciones; se trata de un estado modificado de conciencia llamado «samadhi».

algunas formas de meditación utilizan primero un método de fijación en un punto para fortalecer la concentración y luego pasan a servirse de la atención consciente, sistema en que vigilas el flujo de la mente con una conciencia centrada que no se deja arrastrar, que se limita a observar lo que surge. Con diligencia, sucede algo muy sorprendente: la ilusión de la coherencia del yo empieza a desmoronarse. Y eso inicia otro tipo de cambio psicológico profundo: la percepción del vacío.

En Occidente, tanto las personas como su Psicología, tendemos a ser ingenuos respecto a cómo funcionan las cosas… pensamos que si te haces con un mantra y te sientas 20 minutos al día, van a suceder grandes cosas. Sucederán algunas cosas buenas; Herbert Benson ha demostrado eso. Pero esos cambios profundos exigen un esfuerzo continuado. No es insólito que un «científico interior» tibetano haga un retiro de tres años, tres meses y tres días y trabaje realmente en esto, día tras día, hasta dominar un método de meditación, y luego otro, y otro. Hace falta un esfuerzo intenso. Cuando se dan estos cambios profundos, es como consecuencia de un esfuerzo sostenido; no deberíamos pensar que son fáciles de lograr.

Se dice que en algunas zonas del Tíbet una persona de cada cinco era monje o monja. Esto plantea sin duda una cuestión interesante: ¿por qué sostendría una cultura a un tipo de individuos que, desde el punto de vista occidental, no aportaban nada a la economía? Su trabajo era cultivar esos estados interiores. La razón de que planteemos incluso la pregunta se relaciona con una interpretación ingenua en Occidente de lo que es importante; se debe a que tenemos una economía material espléndida con la que mantenemos una relación de catexis extrema. Esperamos demasiado de ella y depositamos demasiado en ella. Al mismo tiempo, nuestra economía interior está empobrecida.

Consideremos la diferencia entre un encuentro tóxico y uno nutricio. Entras en una tienda y compras algo y el dependiente dice: «Muchas gracias» en un tono cordial y sincero. Entras en otra tienda, compras algo y el dependiente dice: «Muchas gracias» en un tono frío y brusco. El estado interior de la persona con la que tratas es lo que define la cualidad de una cierta moneda que intercambiamos en una economía psicológica. Es una economía con resultados muy pobres; tenemos demasiados encuentros tóxicos. Culturas como las de la India clásica y el Tíbet entendían bien la importancia de los encuentros nutricios y el valor de tener gente cuyo trabajo dentro de la sociedad fuese hacernos lo más nutricios posible y enseñar a otras personas a hacer eso también. Eso es algo que en Occidente aún no hemos comprendido.


Consideremos el prototipo de una persona a la que en la Psicología tibetana se le llamaría bodhisattva. Se trata de un modelo fundamental de bienestar mental. Las cualidades de una persona así son generosidad, paciencia, entusiasmo, estabilidad mental, atención clara, penetración en la naturaleza del sufrimiento, etc. Todo lo cual permite a una persona servir diestramente a otros… es decir, no enfocar la situación pensando «qué puedo sacar yo de esto?» sino «¿qué puedo hacer yo por ti?». Y tal como concluía Su Santidad el Dalai Lama una lista de características del bodhisattva, éste ha de ser compasivo sin apego… es decir, un amor que no quiere nada a cambio.

Daniel Goleman.

Cuando la ciencia se convierte en fundamentalismo científico. Debate entre Carl Sagan y Stan Grof.

Las observaciones que desafían las ideas establecidas procedentes de la investigación sobre la conciencia que se han ido acumulando en la segunda mitad del siglo XX y los principios básicos de la psicología transpersonal encontraron incredulidad y fuerte resistencia intelectual en los círculos académicos. La psicología transpersonal, cuando nació a finales de la década de los 60, era culturalmente sensible y trataba las tradiciones rituales y espirituales de las antiguas culturas nativas con el respeto que merecían a raíz de los hallazgos de la moderna investigación sobre la conciencia. También abrazaba e integraba un gran ámbito de fenómenos anómalos, observaciones que rompían los paradigmas que la ciencia académica había sido incapaz de explicar. Sin embargo, aunque exhaustivo y bien comprobado, el nuevo campo representaba un cambio tan radical respecto al pensamiento académico de los círculos profesionales que no podía conciliarse ni con la psicología y psiquiatría tradicionales ni con el paradigma Newtoniano-Cartesiano de la ciencia occidental.

A resultas de ello, la psicología transpersonal era extremadamente vulnerable a las acusaciones de ser irracional, no científica, e incluso «excéntrica», particularmente por parte de los científicos que no eran conscientes de este amplio cuerpo de observaciones y datos sobre el que se basaba el nuevo movimiento. Esos críticos también ignoraban el hecho que muchos de los pioneros de este revolucionario movimiento tenían extraordinarias credenciales académicas. Estos pioneros generaban y abrazaban la visión transpersonal de la psique humana no porque ignoraran los supuestos fundamentales de la ciencia tradicional, sino porque encontraban el viejo marco conceptual seriamente inadecuado para explicar sus experiencias y observaciones. Gran parte de la resistencia procedía de la comunidad académica, que veía la visión del mundo científico en curso como una cuidadosa y definitiva descripción de la realidad y se adhería a ella con terca determinación, impermeable a cualquier evidencia que se opusiera a ella.

La naturaleza y la intensidad de la reacción de algunos científicos tradicionales a cualquier forma de espiritualidad, en general, y a la psicología transpersonal en particular, parece reflejar el fanatismo de los religiosos fundamentalistas. Su actitud carece de sólidos fundamentos científicos, ignora o distorsiona todas las pruebas existentes y se muestra insensible a los datos de la observación y a los argumentos lógicos. Un escrutinio más atento revela que lo que presentan como una imagen de la realidad científicamente probada más allá de cualquier duda en un gigante con los pies de barro, mantenido por supuestos metafísicos a priori.

Uno de los ejemplos más sobresalientes de esa categoría de científicos fue Carl Sagan.

Ilustre representante en el campo de la astronomía, obtuvo el aplauso de todo el mundo por su participación como experimentador en la mayoría de misiones exploratorias sin tripulación, por haber instituido el proyecto SETI, por haber creado Cosmos, una serie televisiva de gran éxito, y por haber diseñado, junto a Frank Drake, la placa de oro con el mensaje de los terrestres para las civilizaciones extraterrestres llevada por el Pioneer 10, la primera nave espacial que ha salido del sistema solar. Poco después de la muerte de Sagan por mielodisplasia, su novela Contact inspiró una película de gran éxito que lleva el mismo nombre.

Sin embargo, en lugar de gozar de su éxito profesional y de su reputación, se embarcó, por motivos desconocidos, en una cruzada contra cualquier cosa que se le antojase irracional, no científica y oculta. Asumió una actitud muy autoritaria como juez de las observaciones de numerosos expertos de muchas otras disciplinas, incluida la parapsicología, la tanatalogía, la investigación psiquedélica, la antropología y las religiones comparadas.

Para cumplir su objetivo de sanear la cultura del ocultismo y la superstición, Carl Sagan se convirtió en uno de los miembros fundadores de una organización llamada CSICOP, se asoció con una revista llamada The Skeptical Inquirer y utilizó los servicios del mago James Randi para probar que todos los testimonios referidos a los fenómenos paranormales eran fraudulentos. La recopilación de sus esfuerzos fue el libro de apasionadas filípicas contra los daños de la irracionalidad The Demon-Haunted World.

Mi primer contacto con Carl fue a través de una carta entusiasta que recibí poco después de la publicación de mi libro Los Reinos del Inconsciente Humano. En el libro relataba que los pacientes que se sometían a la psicoterapia con LSD experimentaban a menudo una profunda regresión, a lo largo de la cual volvían a vivir su nacimiento experimentando intensas emociones y sensaciones físicas. A continuación diferencié cuatro modelos empíricos asociados a ese proceso, que reflejaban los estadios consecutivos del nacimiento del niño, refiriéndome a ellos como matrices perinatales básicas (BPM).

Carl se quedó particularmente fascinado por mi descripción de la cuarta matriz perinatal, que supone visiones de una luz brillante en la que aparecen varias figuras arquetípicas. Tal como se expresó en un artículo publicado en 1979 en Atlantic Magazine, en su opinión esta observación infligía un golpe mortal a todas las aseveraciones de los místicos que a menudo hablaban de visiones de luz divina y seres celestiales. Concluía que lo que los místicos consideraban ser una luz sobrenatural era, en realidad, el recuerdo infantil del momento en el que se emerge a la luz de la sala operatoria y se ven a obstretas y enfermeras cubiertos con sus batas. La percepción errónea de esa situación como sobrenatural es por lo tanto el resultado de la inmadurez de la vista y de la percepción del recién nacido.

La interpretación de Carl de la visión perinatal descrita en mi libro está en marcado conflicto con la descripción ofrecida por mí de este fenómeno. Tras haber asistido, literalmente, a centenares de experiencias de muerte y renacimiento psicoespiritual, me he dado cuenta de que la experiencia de volver a vivir el nacimiento funciona como una entrada al inconsciente colectivo junguiano y que las visiones arquetípicas que la acompañan son ontológicamente reales y no pueden derivar del mundo material. Este es un argumento de gran importancia teórica respecto a la afirmación provocatoria de Carl sobre la naturaleza de la realidad que daba inicio a Cosmos, su opus magna: «El Cosmos es todo aquello que es o que siempre ha sido o siempre será» (Sagan, 1983).

Posteriormente, Carl me citó de nuevo erróneamente en su libro Broca’s Brain, en el que me dedicó un capítulo titulado The amniotic universe. Por supuesto, después de mis observaciones tenía derecho a sacar sus propias conclusiones. Sin embargo, ignorar mi interpretación y conferirme una aureola de demoledor del misticismo es otro cantar. Al hacerlo, no tuvo en cuenta el hecho de que toda la segunda parte de «Los reinos del inconsciente humano» estaba dedicada a una detallada descripción de experiencias espirituales acompañadas por muchos ejemplos clínicos. El material que contenía era, de hecho, una de las fuentes de la psicología transpersonal , una disciplina que intenta elaborar una síntesis entre ciencia y espiritualidad genuina aportando pruebas empíricas a favor de la visión mística del mundo.

Puesto que la psicología transpersonal, con sus esfuerzos para legitimar la espiritualidad, seguía creyendo y ganando cada vez más terreno en el ambiente académico, se convirtió en una fuente de notable irritación para Carl y su grupo CSICOP. Finalmente Carl me pidió, en calidad de superviviente del pequeño grupo de profesionales que habían fundado la psicología transpersonal, que tuviera con él una confrontación abierta para discutir los problemas teóricos relativos a esta disciplina. Acepté su invitación y me encontré con él en un hotel de Boston. Los otros participantes en el encuentro eran mi mujer Christina, Ann Druyan, la mujer de Carl, y el psiquiatra e investigador de Harvard John Mack, nuestro común amigo.

Carl empezó la sesión recordándome que tenía la responsabilidad, como profesional dotado de conocimientos específicos en medicina y psicología, de informar correctamente, puesto que un público no competente considera mucho más seriamente las palabras de una persona culta que posee títulos académicos. Subrayó el hecho de que para los científicos es esencial presentar la verdad científica probada y no adulterada a quien no esté capacitado para emitir un juicio propio independiente. Empezó a citar a continuación una serie de situaciones en las que la gente había sido engañada por varias desinformaciones, embrollos, fraudes y engaños. En ese momento le interrumpí y le dije que lo que estaba describiendo no tenía nada que ver con el tema que íbamos a discutir.

«¿Sobre qué crees tú que debería centrarse nuestra discusión?» preguntó.

«Sobre el problema del estado ontológico de las experiencias transpersonales», contesté, «como, por ejemplo, el identificarse con tras personas y otras formas de vida, el vivir experiencias reales fuera del cuerpo, el tener visiones de seres y ámbitos arquetípicos o memorias ancestrales, raciales, kármicas y filogenéticas. ¿Se trata de alucinaciones y fantasías sin ninguna base real o episodios de una auténtica conexión con dimensiones de la realidad y fuentes de importantes informaciones que, por lo general, no resultan accesibles a nuestra conciencia?»

«¡Ponme algunos ejemplos!» apremió, dando la impresión de hallarse perplejo y confundido.

Le relaté distintos casos de individuos en estado de conciencia holotrópica que se habían identificado con varios aspectos del mundo material o que habían experimentado los ámbitos históricos y arquetípicos del inconsciente colectivo. En otros casos, habían tenido acceso a informaciones que estaban claramente mucho más allá de lo que habían adquirido mediante los canales convencionales de su vida. Tres de estos ejemplos suponían vivencias de identificación con animales, dos con acontecimientos históricos y uno la oscura visión de la terrible Diosa Madre de los malekulan.

Escuchando mis historias, Carl recobró su compostura y asumió un autoritario papel de maestro.

«¿Ah, de eso estás hablando? Bien, es fácil de explicar, aquí no hay un gran misterio», dijo. «Los niños miran la televisión una media de seis horas diarias. Ven un montón de programas de distinta clase, incluidos los que contienen informaciones científicas como Nova Discovery. Los olvidan en gran parte, pero sus cerebros, siendo los órganos milagrosos que son, lo registran todo. En los estados no ordinarios de conciencia, esas informaciones son utilizadas para generar aquellas que parecen ser nuevas informaciones relevantes. Pero tú, que has recibido una información científica y médica, tienes que saber que no podemos de ninguna manera alcanzar una información que no haya entrado en nuestro cerebro a través de los sentidos. Si alguien deja aflorar una información de esa clase, tiene que haberla recibido de algún modo, en algún lugar, en algún momento de su vida.»

Yo me sentía decepcionado. Carl estaba ahora utilizando el viejo dicho de los filósofos empíricos ingleses que se había convertido en una creencia popular de la ciencia materialista monista: Nihil est in intellectu quod non antea fuerit in sensu (Nada está en el intelecto si antes no ha estado en los sentidos). Si mis pacientes generaban informaciones aparentemente nuevas, tenían que haberlas adquirido mediante los sentidos. Esto tendría que estar claro para cualquiera que hubiese estudiado ciencias naturales; ¿cómo podría una persona culta verlo de forma diferente? Sólidamente enraizado en el terreno tradicional, Carl no estaba dispuesto a contemplar la posibilidad de que hechos convincentes, derivados de la observación, pudieran poner en entredicho lo que él daba por descontado.

Sintiendo que habíamos llegado a un callejón sin salida, recurrí a la tanatología, la disciplina que estudia la muerte y a los moribundos. En las últimas décadas, los investigadores en ese campo habían acumulado una serie de datos fascinantes que concernían a las experiencias extracorporales en las situaciones cercanas a la muerte. A diferencia de muchos otros fenómenos transpersonales, esas experiencias se pueden verificar objetivamente con relativa facilidad. Puesto que el material había sido ampliamente difundido por bestsellers, debates televisivos e incluso un cierto número de películas de Hollywood, esperaba dar en la diana sin grandes dificultades.

Hice referencia a numerosos estudios tanatológicos que, de forma independiente, habían confirmado que, durante experiencias extracorporales, en el curso de situaciones cercanas a la muerte, la conciencia desencarnada es capaz de percibir el ambiente presente, como también lugares remotos, sin la mediación de los sentidos. En un estudio fascinante, presentado por Kenneth Ring en su libro Mindset, se describe la capacidad de la conciencia incorpórea de percibir el ambiente incluso en personas que por motivos congénitos han sido ciegas desde el nacimiento. No sólo habían sido capaces de ver por primera vez, sino que podía verificarse lo que habían visto.

En este contexto, cité también un ejemplo del libro Recollection of Deaht de Michael Sabom, un cirujano del corazón que había estudiado las experiencias cercanas a la muerte de sus pacientes. Dije a Carl que uno de los pacientes de Michael Sabom había sido capaz de describir detalladamente el proceso de retorno a la vida, que había seguido al paro cardíaco durante una intervención quirúrgica. Relató que, en un primer momento, su conciencia incorpórea había visto el procedimiento desde un lugar cercano al techo y luego, interesada en el procedimiento, había bajado a una posición desde la que podía observar de cerca los indicadores de los aparatos. Durante la entrevista que siguió al retorno a la vida, con gran sorpresa de Michael Sabom, el paciente fue capaz de reconstruir todo el procedimiento, incluyendo los movimientos de las agujas de los aparatos de medición en correlación con las intervenciones del equipo de cirujanos.

Tras haber descrito el caso a Carl, le pregunté cómo podía explicar esos hechos en el contexto de la visión materialista del mundo que él defendía. Se quedó un rato en silencio y luego dijo, seguro de sí mismo: «¡Eso, desde luego, no ha ocurrido!» Sacudí la cabeza con incredulidad, sin poder creer en lo que había oído. «¿Qué quieres decir con que eso no ha ocurrido? El cardiocirujano Michael Sabom lo relata en su libro basado sobre la investigación que ha realizado sobre sus pacientes. ¿Cuál es la explicación de lo que te acabo de contar? ¿Qué piensas de todo eso?» pregunté. Esta vez la pausa fue aún más larga. Era obvio que Carl se esforzaba en pensar, luchando para encontrar una respuesta. «Bueno», dijo finalmente rompiendo el largo silencio, «hay muchos cardiocirujanos en el mundo. Nadie hubiese prestado atención al tipo. Así que se ha inventado una historia incongruente para atraer la atención sobre sí mismo. ¡Es un truco de relaciones públicas!»

Yo me quedé impactado. Lo que Carl acababa de decir minaba seriamente el respeto que sentía hacia él. Me di cuenta de que tal visión del mundo no era ciencia, sino fanatismo científico. Tenía las características de un dogma indestructible, cerrado a cualquier evidencia. Entendí también con claridad que nuestra discusión había llegado a un punto muerto insuperable. Advertí que Carl no tendría reparos en poner en entredicho la profesionalidad, la integridad moral y la salud mental de sus colegas científicos antes de tomar en consideración la posibilidad de que este sistema de creencias pudiese necesitar de una revisión para adaptarse a las nuevas evidencias.

Tenía tal certeza de conocer el universo, y lo que podía o no ocurrir en él, que no sentía la menos inclinación a examinar los datos que la pusieran en discusión.

La experiencia que tuve acerca de la determinación de Carl de conservar sus creencias científicas a cualquier precio tuvo más tarde una confirmación en el escándalo que implicó CSICOP y el así llamado «efecto Marte». En su investigación, proyectada originariamente para poner a la astrología en su justo lugar, los cronobiólogos franceses Michel y Louise Gauquelin mostraron que el 22% de los campeones deportivos europeos examinados habían nacido con Marte en el ascendente. Para su sorpresa, en lugar de rebatir las predicciones astrológicas, su estudio las convalidaba: la probabilidad estadística de que el dato del 22% se debiera al azar era uno sobre cinco millones. Años más tarde, los Gauquelin realizaron pruebas de predicciones astrológicas que implicaban cinco planetas y once profesiones y encontraron resultados significativos; sus datos fueron más tarde reproducidos de forma independiente por otros investigadores.

Después de que se publicaran los resultados del estudio de los Gauquelin, tres miembros del CSICOP, Paul Kurtz, George Abell y Marvin Zelen, indignados por el informe, intervinieron en la controversia, con una respuesta crítica al principio y, más tarde, iniciando ellos mismos una investigación. Tras encendidos intercambios, antes que admitir que sus datos no hacían otra cosa que confirmar los resultados de los Gauquelin, los falsificaron conscientemente. El fraude fue desenmascarado por Dennis Rawlins, cofundador del CSICOP y miembro del Consejo Ejecutivo, con un artículo titulado Starbaby, en 1981. Cuando Rawlins se dio cuenta de que la organización se empeñaba en perpetuar su propia postura ideológica y no estaba dispuesta a descubrir la verdad, llegó a la conclusión de que la honestidad era más importante que una indiscriminada caza de brujas con respecto a lo paranormal.

En 1984, cuando fui invitado a Lucerna para dar una conferencia en el Congreso Mundial de Astrología sobre mi investigación acerca de la importancia psicológica del trauma del nacimiento y sobre las MPB, el programa, entre los presentadores, destacaba a Michel Gauquelin. Incluía también a otro «converso» a la astrología, Hans Eysenck, un duro crítico del psicoanálisis freudiano.

Stanislav Grof. «Cuando ocurre lo imposible».

Sueño reparador contra las adicciones.

Un sueño reparador podría hacer que la necesidad de tomar una taza de café a primera hora de la mañana no fuese tan perentoria. No contentas con eso, las compañías farmacéuticas investigan si las pastillas ideadas para proporcionar un sueño profundo y natural podrían desempeñar asimismo un papel activo en la superación de las adicciones.

Los nuevos fármacos para dormir bloquean la actividad de las orexinas, unos péptidos cerebrales. Esas pequeñas proteínas nos mantienen despiertos y atentos durante el día, pero también gobiernan algunos efectos estimulantes de las drogas adictivas. Pese a que las orexinas no provocan de forma directa la adicción ni las recaídas, ninguno de dichos procesos sucede sin la participación de tales péptidos.

La intrigante conexión entre el sueño y la adicción se conoce dese hace tiempo gracias a la observación de personas con narcolepsia, una enfermedad que provoca que quienes la sufren se duerman de forma repentina. Aunque a veces se trataba a los afectados con potentes anfetaminas para ayudarles a mantenerse despiertos, no se convertían en adictos. En 1998, un trabajo detectivesco en el campo de la genética descubrió que la causa de dicho trastorno del sueño residía en mutaciones en los genes relacionados con las orexinas o con sus receptores, un hallazgo que reveló tanto la existencia de los péptidos como su papel esencial en mantener despierto al cerebro.

Las empresas farmacéuticas que han desarrollado medicamentos para favorecer el sueño han investigado en animales la función que desempeñan las orexinas en la adicción. Davide Quarta y sus colaboradores del Centro de Investigación de Fármacos de GlaxoSmithKline, en Verona, confirmaron que al administrar el bloqueador experimental de la orexina a un grupo de ratas junto con anfetaminas, el cerebro de los múridos liberó menos dopamina y mostró una menor sensibilización al estimulante que los animales de control; incluso con dosis repetidas. Las neuronas sensibilizadas producen más receptores de la ansiada droga, exigiendo una mayor cantidad para alcanzar la estimulación, con lo que se inicia un círculo vicioso que lleva a la adicción. John J. Renger y sus colaboradores de la compañía Merck han demostrado que si se administra otro antagonista dual experimental de los receptores de orexina (DORA, según sus siglas en inglés) junto con anfetaminas, se evita la sensibilización en roedores. En el mismo estudio, la administración de DORA y nicotina a un grupo de ratas que habían sido adictas a la nicotina con anterioridad, evitó que los animales presentasen una recaída en su adicción.

«Lo que hemos mostrado no es que las orexinas sean un objetivo de la anfetamina», explica Renger, «porque sabemos que el objetivo de la anfetamina es la dopamina». El hecho de que el cerebro libere orexinas en respuesta a los estimulantes, sin embargo, favorece las actividades subsiguientes de la dopamina que conducen a la sensibilización y a la adicción. La orexina crea el ambiente en el que pueden producirse esos cambios cerebrales, según explica Renger.

Como se ha comprobado en caso de narcolepsia, la falta de orexina elimina una de las barreras que impiden el sueño. Por esa razón, los más recientes fármacos para facilitar el descanso que bloquean la orexina promueven un sueño más natural que de los somníferos que reducen la actividad cerebral en general y, por lo tanto, deben luchar contra las señales de un cerebro «despierto», incluída la orexina.

De modo similar, las drogas estimulantes podrían remedar los estímulos naturales, sugiere Renger, lo cual podría explicar por qué las orexinas facilitan el aprendizaje basado en la dopamina y recompensan los procesos que llevan a la adicción. Los estudios con animales indican que administrar bloqueadores de la orexina con una droga estimulante posibilitaría terminar con la adicción.

Renger señala que los medicamentos para facilitar el sueño podrían contribuir al tratamiento del abuso de substancias adictivas simplemente ayudando a dormir bien durante la noche. «Existen indicios que muestran que una de las razones principales de las recaídas de los alcohólicos es el insomnio», explica. Los somníferos que bloquean la orexina podrían proporcionar un sueño de mejor calidad que la inconsciencia inducida por el alcohol y en principio, al menos, podrían ser también los primeros somníferos con garantía de no producir adicción.


«Sueño reparador por partida doble». C. Soares, en Mente y Cerebro, vol. 52, pág. 40, 2012.

Ayude a hacer de la Psicoterapia asistida con MDMA un tratamiento legalmente disponible.

En este año 2012 se cumplen 100 años de la creación de la MDMA, sintetizada por primera vez en una fecha específica desconocida dentro del año 1912. El Dr. Anton Köllisch, de la compañía farmacéutica Merck, estaba trabajando en la creación de un nuevo medicamento anti-coagulante, y la MDMA fue solo uno de toda una serie de productos químicos que la empresa patentó, a pesar de no tener conocimiento de sus efectos psicoactivos.

El Centro de Química del ejército de EEUU descubrió dichos efectos en 1953 y lo probaron como una posible arma contra el espionaje. El primer estudio con MDMA en sujetos humanos fue publicado en 1987 por A. Shulgin y D. Nichols, en el cual se describió la sustancia como una potencial herramienta terapéutica.

CELEBRE LA INVENCIÓN de una molécula que ha fascinado a médicos, científicos, legisladores y a la sociedad en general durante generaciones haciendo un regalo de cumpleaños que apoye la investigación sobre el potencial terapéutico de la 3, 4-metilendioximetamfetamina, o MDMA.

PSIQUIATRAS Y TERAPEUTAS llevaron a cabo más de 1.000 sesiones clínicas con MDMA desde 1978 hasta 1985. En 1985, debido al uso recreativo y generalizado de la MDMA, la DEA declaró que sería un crimen la posesión o distribución de MDMA, ignorando tanto el testimonio de expertos como las recomendaciones de la corte. En 1986, la Asociación Multidisciplinaria para los Estudios Psicodélicos (MAPS) se propuso hacer de la psicoterapia asistida con MDMA un tratamiento legalmente disponible.

100 AÑOS DE LA CREACIÓN DE LA MDMA, los investigadores y terapeutas están redescubriendo el potencial de la MDMA con ayuda de la psicoterapia para transformar las vidas de hombres y mujeres que sufren de trastorno de estrés postraumático (TEPT). De producto químico prohibido a herramienta terapéutica prometedora, el 100 aniversario del MDMA es una oportunidad para celebrar y apoyar esta innovación médica.

PUEDEN PASAR MUCHAS COSAS EN 100 AÑOS. La MDMA se sintetizó, se dejó en un estante, la encontró un investigador, fue utilizado por los terapeutas, se dio un mal uso por parte del público, se declaró ilegal, y ahora, por fin, se está utilizando en ensayos clínicos con la aprobación del gobierno. Ayuda a la psicoterapia asistida con MDMA a pasar a la siguiente fase. Por una donación de 5$ recibirá un adhesivo con la inscripción «Transformando la Medicina», de parte de MAPS, o con una de 100$, entrará en un sorteo de un boleto a la Conferencia de Ciencia Psicodélica de MAPS en abril de 2013.

Usted puede ayudar a que la psicoterapia asistida con MDMA sea un tratamiento legalmente disponible, haciendo una donación de cualquier cantidad, y luego compartiendo este mensaje con sus amigos.


PARA MÁS INFORMACIÓN visite www.maps.org.

MÁS EN: http://www.maps.org/media/view/happy_birthday_mdma/


El consumo del cannabis es un derecho que debe reconocerse

El catedrático de Farmacología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) José Javier Meana ha afirmado que el consumo «lúdico» del cannabis «es un derecho que posiblemente debe reconocerse», tras lo que ha señalado que, salvo en algunos sectores de la población, sus efectos sobre la salud son «mínimos».

Meana ha comparecido este martes ante la ponencia del Parlamento vasco para el análisis de una solución regulada de la actividad de los denominados ‘clubes sociales de cannabis’.

En declaraciones a los medios de comunicación tras su comparecencia, ha subrayado la necesidad de «desligar» el consumo «lúdico o recreativo» de esta sustancia de su uso terapéutico. Meana ha discrepado de aquellos que recurren al «argumento» del uso terapéutico para cultivar o consumir cannabis por su cuenta, así como para defender su legalización.

Según ha explicado, ya existen productos farmacéuticos comercializados que contienen esta sustancia, que se consideran medicamentos y cuya prescripción y control corresponde a un profesional sanitario. «No existe el porro terapéutico», ha manifestado.

En el caso del uso «lúdico» del cannabis, ha considerado que «entra en el terreno de los derechos civiles» y que, «posiblemente, es un derecho que se debe reconocer». En la misma línea, se ha mostrado partidario de «regular» el estatus de las asociaciones de consumidores de cannabis.

Meana ha recordado que la legislación sobre drogas, entre ellas el cannabis, «se basa sobre todo en el hecho de que vulneran la salud o se considera que se vulneran la salud», por lo que su distribución se considera un «atentado» contra la misma.

No obstante, este catedrático de Farmacología ha asegurado que los daños de esta sustancia sobre la salud, con carácter general, «son mínimos» y que, incluso, su consumo habitual causa menos perjuicios que una «intoxicación aguda».

CONTRADICCIÓN.

   «Hay una contradicción indudable en condenar a alguien por vulnerar aspectos relacionados con la salud, cuando luego resulta muy difícil demostrar eso desde un punto de vista científico», ha afirmado, para añadir a continuación que habrá que «resolver» dicha «contradicción».

De todas formas, ha alertado de que esto no significa que el cannabis sea «inocuo» y que sus efectos son más perjudiciales en determinados sectores de la población. Entre ellos, ha citado a los adolescentes, debido a que el consumo de esta sustancia afecta a los procesos cognitivos. Por ese motivo, ha reclamado que se potencien las medidas «preventivas» en este campo.

También ha alertado de los riesgos que implica esta sustancia para los enfermos mentales, en este caso ha citado a las personas afectadas por una psicosis esquizofrénica, cuyas patologías se pueden ver agravadas de forma significativa por su consumo.

http://www.europapress.es/salud/salud-bienestar-00667/noticia-catedratico-farmacologia-cree-consumo-cannabis-derecho-debe-reconocerse-20120612113056.html