Cuando la ciencia se convierte en fundamentalismo científico. Debate entre Carl Sagan y Stan Grof.

Las observaciones que desafían las ideas establecidas procedentes de la investigación sobre la conciencia que se han ido acumulando en la segunda mitad del siglo XX y los principios básicos de la psicología transpersonal encontraron incredulidad y fuerte resistencia intelectual en los círculos académicos. La psicología transpersonal, cuando nació a finales de la década de los 60, era culturalmente sensible y trataba las tradiciones rituales y espirituales de las antiguas culturas nativas con el respeto que merecían a raíz de los hallazgos de la moderna investigación sobre la conciencia. También abrazaba e integraba un gran ámbito de fenómenos anómalos, observaciones que rompían los paradigmas que la ciencia académica había sido incapaz de explicar. Sin embargo, aunque exhaustivo y bien comprobado, el nuevo campo representaba un cambio tan radical respecto al pensamiento académico de los círculos profesionales que no podía conciliarse ni con la psicología y psiquiatría tradicionales ni con el paradigma Newtoniano-Cartesiano de la ciencia occidental.

A resultas de ello, la psicología transpersonal era extremadamente vulnerable a las acusaciones de ser irracional, no científica, e incluso «excéntrica», particularmente por parte de los científicos que no eran conscientes de este amplio cuerpo de observaciones y datos sobre el que se basaba el nuevo movimiento. Esos críticos también ignoraban el hecho que muchos de los pioneros de este revolucionario movimiento tenían extraordinarias credenciales académicas. Estos pioneros generaban y abrazaban la visión transpersonal de la psique humana no porque ignoraran los supuestos fundamentales de la ciencia tradicional, sino porque encontraban el viejo marco conceptual seriamente inadecuado para explicar sus experiencias y observaciones. Gran parte de la resistencia procedía de la comunidad académica, que veía la visión del mundo científico en curso como una cuidadosa y definitiva descripción de la realidad y se adhería a ella con terca determinación, impermeable a cualquier evidencia que se opusiera a ella.

La naturaleza y la intensidad de la reacción de algunos científicos tradicionales a cualquier forma de espiritualidad, en general, y a la psicología transpersonal en particular, parece reflejar el fanatismo de los religiosos fundamentalistas. Su actitud carece de sólidos fundamentos científicos, ignora o distorsiona todas las pruebas existentes y se muestra insensible a los datos de la observación y a los argumentos lógicos. Un escrutinio más atento revela que lo que presentan como una imagen de la realidad científicamente probada más allá de cualquier duda en un gigante con los pies de barro, mantenido por supuestos metafísicos a priori.

Uno de los ejemplos más sobresalientes de esa categoría de científicos fue Carl Sagan.

Ilustre representante en el campo de la astronomía, obtuvo el aplauso de todo el mundo por su participación como experimentador en la mayoría de misiones exploratorias sin tripulación, por haber instituido el proyecto SETI, por haber creado Cosmos, una serie televisiva de gran éxito, y por haber diseñado, junto a Frank Drake, la placa de oro con el mensaje de los terrestres para las civilizaciones extraterrestres llevada por el Pioneer 10, la primera nave espacial que ha salido del sistema solar. Poco después de la muerte de Sagan por mielodisplasia, su novela Contact inspiró una película de gran éxito que lleva el mismo nombre.

Sin embargo, en lugar de gozar de su éxito profesional y de su reputación, se embarcó, por motivos desconocidos, en una cruzada contra cualquier cosa que se le antojase irracional, no científica y oculta. Asumió una actitud muy autoritaria como juez de las observaciones de numerosos expertos de muchas otras disciplinas, incluida la parapsicología, la tanatalogía, la investigación psiquedélica, la antropología y las religiones comparadas.

Para cumplir su objetivo de sanear la cultura del ocultismo y la superstición, Carl Sagan se convirtió en uno de los miembros fundadores de una organización llamada CSICOP, se asoció con una revista llamada The Skeptical Inquirer y utilizó los servicios del mago James Randi para probar que todos los testimonios referidos a los fenómenos paranormales eran fraudulentos. La recopilación de sus esfuerzos fue el libro de apasionadas filípicas contra los daños de la irracionalidad The Demon-Haunted World.

Mi primer contacto con Carl fue a través de una carta entusiasta que recibí poco después de la publicación de mi libro Los Reinos del Inconsciente Humano. En el libro relataba que los pacientes que se sometían a la psicoterapia con LSD experimentaban a menudo una profunda regresión, a lo largo de la cual volvían a vivir su nacimiento experimentando intensas emociones y sensaciones físicas. A continuación diferencié cuatro modelos empíricos asociados a ese proceso, que reflejaban los estadios consecutivos del nacimiento del niño, refiriéndome a ellos como matrices perinatales básicas (BPM).

Carl se quedó particularmente fascinado por mi descripción de la cuarta matriz perinatal, que supone visiones de una luz brillante en la que aparecen varias figuras arquetípicas. Tal como se expresó en un artículo publicado en 1979 en Atlantic Magazine, en su opinión esta observación infligía un golpe mortal a todas las aseveraciones de los místicos que a menudo hablaban de visiones de luz divina y seres celestiales. Concluía que lo que los místicos consideraban ser una luz sobrenatural era, en realidad, el recuerdo infantil del momento en el que se emerge a la luz de la sala operatoria y se ven a obstretas y enfermeras cubiertos con sus batas. La percepción errónea de esa situación como sobrenatural es por lo tanto el resultado de la inmadurez de la vista y de la percepción del recién nacido.

La interpretación de Carl de la visión perinatal descrita en mi libro está en marcado conflicto con la descripción ofrecida por mí de este fenómeno. Tras haber asistido, literalmente, a centenares de experiencias de muerte y renacimiento psicoespiritual, me he dado cuenta de que la experiencia de volver a vivir el nacimiento funciona como una entrada al inconsciente colectivo junguiano y que las visiones arquetípicas que la acompañan son ontológicamente reales y no pueden derivar del mundo material. Este es un argumento de gran importancia teórica respecto a la afirmación provocatoria de Carl sobre la naturaleza de la realidad que daba inicio a Cosmos, su opus magna: «El Cosmos es todo aquello que es o que siempre ha sido o siempre será» (Sagan, 1983).

Posteriormente, Carl me citó de nuevo erróneamente en su libro Broca’s Brain, en el que me dedicó un capítulo titulado The amniotic universe. Por supuesto, después de mis observaciones tenía derecho a sacar sus propias conclusiones. Sin embargo, ignorar mi interpretación y conferirme una aureola de demoledor del misticismo es otro cantar. Al hacerlo, no tuvo en cuenta el hecho de que toda la segunda parte de «Los reinos del inconsciente humano» estaba dedicada a una detallada descripción de experiencias espirituales acompañadas por muchos ejemplos clínicos. El material que contenía era, de hecho, una de las fuentes de la psicología transpersonal , una disciplina que intenta elaborar una síntesis entre ciencia y espiritualidad genuina aportando pruebas empíricas a favor de la visión mística del mundo.

Puesto que la psicología transpersonal, con sus esfuerzos para legitimar la espiritualidad, seguía creyendo y ganando cada vez más terreno en el ambiente académico, se convirtió en una fuente de notable irritación para Carl y su grupo CSICOP. Finalmente Carl me pidió, en calidad de superviviente del pequeño grupo de profesionales que habían fundado la psicología transpersonal, que tuviera con él una confrontación abierta para discutir los problemas teóricos relativos a esta disciplina. Acepté su invitación y me encontré con él en un hotel de Boston. Los otros participantes en el encuentro eran mi mujer Christina, Ann Druyan, la mujer de Carl, y el psiquiatra e investigador de Harvard John Mack, nuestro común amigo.

Carl empezó la sesión recordándome que tenía la responsabilidad, como profesional dotado de conocimientos específicos en medicina y psicología, de informar correctamente, puesto que un público no competente considera mucho más seriamente las palabras de una persona culta que posee títulos académicos. Subrayó el hecho de que para los científicos es esencial presentar la verdad científica probada y no adulterada a quien no esté capacitado para emitir un juicio propio independiente. Empezó a citar a continuación una serie de situaciones en las que la gente había sido engañada por varias desinformaciones, embrollos, fraudes y engaños. En ese momento le interrumpí y le dije que lo que estaba describiendo no tenía nada que ver con el tema que íbamos a discutir.

«¿Sobre qué crees tú que debería centrarse nuestra discusión?» preguntó.

«Sobre el problema del estado ontológico de las experiencias transpersonales», contesté, «como, por ejemplo, el identificarse con tras personas y otras formas de vida, el vivir experiencias reales fuera del cuerpo, el tener visiones de seres y ámbitos arquetípicos o memorias ancestrales, raciales, kármicas y filogenéticas. ¿Se trata de alucinaciones y fantasías sin ninguna base real o episodios de una auténtica conexión con dimensiones de la realidad y fuentes de importantes informaciones que, por lo general, no resultan accesibles a nuestra conciencia?»

«¡Ponme algunos ejemplos!» apremió, dando la impresión de hallarse perplejo y confundido.

Le relaté distintos casos de individuos en estado de conciencia holotrópica que se habían identificado con varios aspectos del mundo material o que habían experimentado los ámbitos históricos y arquetípicos del inconsciente colectivo. En otros casos, habían tenido acceso a informaciones que estaban claramente mucho más allá de lo que habían adquirido mediante los canales convencionales de su vida. Tres de estos ejemplos suponían vivencias de identificación con animales, dos con acontecimientos históricos y uno la oscura visión de la terrible Diosa Madre de los malekulan.

Escuchando mis historias, Carl recobró su compostura y asumió un autoritario papel de maestro.

«¿Ah, de eso estás hablando? Bien, es fácil de explicar, aquí no hay un gran misterio», dijo. «Los niños miran la televisión una media de seis horas diarias. Ven un montón de programas de distinta clase, incluidos los que contienen informaciones científicas como Nova Discovery. Los olvidan en gran parte, pero sus cerebros, siendo los órganos milagrosos que son, lo registran todo. En los estados no ordinarios de conciencia, esas informaciones son utilizadas para generar aquellas que parecen ser nuevas informaciones relevantes. Pero tú, que has recibido una información científica y médica, tienes que saber que no podemos de ninguna manera alcanzar una información que no haya entrado en nuestro cerebro a través de los sentidos. Si alguien deja aflorar una información de esa clase, tiene que haberla recibido de algún modo, en algún lugar, en algún momento de su vida.»

Yo me sentía decepcionado. Carl estaba ahora utilizando el viejo dicho de los filósofos empíricos ingleses que se había convertido en una creencia popular de la ciencia materialista monista: Nihil est in intellectu quod non antea fuerit in sensu (Nada está en el intelecto si antes no ha estado en los sentidos). Si mis pacientes generaban informaciones aparentemente nuevas, tenían que haberlas adquirido mediante los sentidos. Esto tendría que estar claro para cualquiera que hubiese estudiado ciencias naturales; ¿cómo podría una persona culta verlo de forma diferente? Sólidamente enraizado en el terreno tradicional, Carl no estaba dispuesto a contemplar la posibilidad de que hechos convincentes, derivados de la observación, pudieran poner en entredicho lo que él daba por descontado.

Sintiendo que habíamos llegado a un callejón sin salida, recurrí a la tanatología, la disciplina que estudia la muerte y a los moribundos. En las últimas décadas, los investigadores en ese campo habían acumulado una serie de datos fascinantes que concernían a las experiencias extracorporales en las situaciones cercanas a la muerte. A diferencia de muchos otros fenómenos transpersonales, esas experiencias se pueden verificar objetivamente con relativa facilidad. Puesto que el material había sido ampliamente difundido por bestsellers, debates televisivos e incluso un cierto número de películas de Hollywood, esperaba dar en la diana sin grandes dificultades.

Hice referencia a numerosos estudios tanatológicos que, de forma independiente, habían confirmado que, durante experiencias extracorporales, en el curso de situaciones cercanas a la muerte, la conciencia desencarnada es capaz de percibir el ambiente presente, como también lugares remotos, sin la mediación de los sentidos. En un estudio fascinante, presentado por Kenneth Ring en su libro Mindset, se describe la capacidad de la conciencia incorpórea de percibir el ambiente incluso en personas que por motivos congénitos han sido ciegas desde el nacimiento. No sólo habían sido capaces de ver por primera vez, sino que podía verificarse lo que habían visto.

En este contexto, cité también un ejemplo del libro Recollection of Deaht de Michael Sabom, un cirujano del corazón que había estudiado las experiencias cercanas a la muerte de sus pacientes. Dije a Carl que uno de los pacientes de Michael Sabom había sido capaz de describir detalladamente el proceso de retorno a la vida, que había seguido al paro cardíaco durante una intervención quirúrgica. Relató que, en un primer momento, su conciencia incorpórea había visto el procedimiento desde un lugar cercano al techo y luego, interesada en el procedimiento, había bajado a una posición desde la que podía observar de cerca los indicadores de los aparatos. Durante la entrevista que siguió al retorno a la vida, con gran sorpresa de Michael Sabom, el paciente fue capaz de reconstruir todo el procedimiento, incluyendo los movimientos de las agujas de los aparatos de medición en correlación con las intervenciones del equipo de cirujanos.

Tras haber descrito el caso a Carl, le pregunté cómo podía explicar esos hechos en el contexto de la visión materialista del mundo que él defendía. Se quedó un rato en silencio y luego dijo, seguro de sí mismo: «¡Eso, desde luego, no ha ocurrido!» Sacudí la cabeza con incredulidad, sin poder creer en lo que había oído. «¿Qué quieres decir con que eso no ha ocurrido? El cardiocirujano Michael Sabom lo relata en su libro basado sobre la investigación que ha realizado sobre sus pacientes. ¿Cuál es la explicación de lo que te acabo de contar? ¿Qué piensas de todo eso?» pregunté. Esta vez la pausa fue aún más larga. Era obvio que Carl se esforzaba en pensar, luchando para encontrar una respuesta. «Bueno», dijo finalmente rompiendo el largo silencio, «hay muchos cardiocirujanos en el mundo. Nadie hubiese prestado atención al tipo. Así que se ha inventado una historia incongruente para atraer la atención sobre sí mismo. ¡Es un truco de relaciones públicas!»

Yo me quedé impactado. Lo que Carl acababa de decir minaba seriamente el respeto que sentía hacia él. Me di cuenta de que tal visión del mundo no era ciencia, sino fanatismo científico. Tenía las características de un dogma indestructible, cerrado a cualquier evidencia. Entendí también con claridad que nuestra discusión había llegado a un punto muerto insuperable. Advertí que Carl no tendría reparos en poner en entredicho la profesionalidad, la integridad moral y la salud mental de sus colegas científicos antes de tomar en consideración la posibilidad de que este sistema de creencias pudiese necesitar de una revisión para adaptarse a las nuevas evidencias.

Tenía tal certeza de conocer el universo, y lo que podía o no ocurrir en él, que no sentía la menos inclinación a examinar los datos que la pusieran en discusión.

La experiencia que tuve acerca de la determinación de Carl de conservar sus creencias científicas a cualquier precio tuvo más tarde una confirmación en el escándalo que implicó CSICOP y el así llamado «efecto Marte». En su investigación, proyectada originariamente para poner a la astrología en su justo lugar, los cronobiólogos franceses Michel y Louise Gauquelin mostraron que el 22% de los campeones deportivos europeos examinados habían nacido con Marte en el ascendente. Para su sorpresa, en lugar de rebatir las predicciones astrológicas, su estudio las convalidaba: la probabilidad estadística de que el dato del 22% se debiera al azar era uno sobre cinco millones. Años más tarde, los Gauquelin realizaron pruebas de predicciones astrológicas que implicaban cinco planetas y once profesiones y encontraron resultados significativos; sus datos fueron más tarde reproducidos de forma independiente por otros investigadores.

Después de que se publicaran los resultados del estudio de los Gauquelin, tres miembros del CSICOP, Paul Kurtz, George Abell y Marvin Zelen, indignados por el informe, intervinieron en la controversia, con una respuesta crítica al principio y, más tarde, iniciando ellos mismos una investigación. Tras encendidos intercambios, antes que admitir que sus datos no hacían otra cosa que confirmar los resultados de los Gauquelin, los falsificaron conscientemente. El fraude fue desenmascarado por Dennis Rawlins, cofundador del CSICOP y miembro del Consejo Ejecutivo, con un artículo titulado Starbaby, en 1981. Cuando Rawlins se dio cuenta de que la organización se empeñaba en perpetuar su propia postura ideológica y no estaba dispuesta a descubrir la verdad, llegó a la conclusión de que la honestidad era más importante que una indiscriminada caza de brujas con respecto a lo paranormal.

En 1984, cuando fui invitado a Lucerna para dar una conferencia en el Congreso Mundial de Astrología sobre mi investigación acerca de la importancia psicológica del trauma del nacimiento y sobre las MPB, el programa, entre los presentadores, destacaba a Michel Gauquelin. Incluía también a otro «converso» a la astrología, Hans Eysenck, un duro crítico del psicoanálisis freudiano.

Stanislav Grof. «Cuando ocurre lo imposible».

Publicado el 7 julio, 2012 en Ciencia, Conciencia, Psicología. Añade a favoritos el enlace permanente. 7 comentarios.

  1. Me parece un artículo interesante; yo mismo he tenido ECM y algunos viajes interesantes que me han llevado a situaciones que podrían encender la sonrisa a quienes defienden tal campo que mencionas. Pero aun así, sigo sin darle el crédito que tu le muestras (será porque yo también estudio física y necesito respuestas más específicas). De hecho, una situación interesante fue revivir una operación de apendicitis, y de hecho explicarme una marca de dicha operación que no entendía. Ahora, puedo pensar en una justificación como la que dejas a entrever, o puedo intentar ir más allá. Por mucho que mi consciencia estuviese anulada en aquel momento por la anestesia, eso no implica que NO siga almacenándose información, aun que sea de forma inconsciente. Ciertamente, me parece más bien un acceso a una región donde información sensorial, subconsciente e interpretación cerebral se juntan. De hecho, también en nuestro círculo lisérgico hay una persona invidente que con LSD y Salvia alcanzó dicha ECM, en mi casa. Pudo describir bien la situación como si la hubiese visto. Es eso realmente, una conciencia transpersonal? Sinceramente, lo dudo mucho. Su cerebro, ya estaba cargado de toda esa información, aunque hubiese sido solamente en función del tacto que utiliza para reconocer la realidad y moverse por ella. La cosa, es que le pregunte sobre los colores. No los había visto, aunque podía nombrarlos vagamente y con una gran cantidad de errores. Lo mismo ocurre con la explicación astrológica de los corredores: Podemos considerar que realmente fue la influencia de Marte aquello que les llevo a ganar, pero me parece más lógico estudiar que condiciones y circunstancias vitales se han dado en esos periodos, las cuales puedan compartir, miles de factores más profundos que una mera posición planetaria. Lo que quiero decir, es que no me parece mal contemplar datos de observaciones. El problema, es cuando le damos la interpretación que queremos sin antes haber considerado las decenas de miles de variables realmente implicadas. Me parece muy poco científico quedarse en esos datos y que luego la interpretación de la mente conduzca al fundamentalismo que tanto desprecias. Estás en el supuesto de que, dado que estamos aquí, ha de haber un Dios creador (burda analogía)

    • Hola Santyago,
      Bueno primero siento la necesidad de aclarar que la intención del artículo no era la de confirmar o no estas experiencias o sucesos, que de momento, y supongo que estarás de acuerdo con ello, son anécdotas aisladas las cuales sin, por lo menos, una metodología experimental detrás que los corrobore, no aportan nada.
      La intención del artículo era poner sobre la mesa una práctica que se da con demasiada frecuencia dentro de la práctica científica, y es la de obviar resultados obtenidos con una metodología adecuada en pos del marco teórico o de los postulados con los que se trabaja; lo que es más característico de individuos con una fe ciega en un determinado dogma religioso, que no, (en teoría) de los que representan a la ciencia.
      Me alegro que también te muestres crítico, personalmente me «irritan» los extremos, por eso me permití el lujo de compartir este texto. Nunca sobra el recordar la buena praxis a quien sea necesario. Estamos en este mundo para saber cuanto podamos de él y hallar alguna que otra verdad, las mentes apegadas a determinados marcos u orientaciones «pase lo que pase y por siempre jamás», lo único útil que aportan es el ofrecer un ejemplo a no seguir.

  2. Buenas,
    Me quedó claro que la intención del artículo es la de poner en manifiesto la hipocresía de muchas personas que han hecho de la ciencia su nueva religión. Recordemos, que ni aun aceptado científicamente algo como verdadero, no implica que una vez fuera del paradigma dado, todas esas hipótesis se tengan que adaptar a los nuevos axiomas que vamos a emplear con dicho nuevo paradigma (como podemos empezar a considerar ahora que el ME esta finalizado). Cualquiera que pretenda asumir que realmente tenemos un autentico y pleno conocimiento de, en general, todos los campos, está en un claro error. Pero también, el desarrollo y la persistencia en un determinado campo, acaba haciendo un «engaño» a nuestra mente de forma que diversos proyectos adapten la interpretación de los datos para corroborar estos, en lugar de analizar los datos en si mismos y sacar una interpretación posterior e imparcial de estos. Así como un especialista en enfermedades infecciosas tenderá a interpretar el recuento de linfocitos de una forma distinta a como comenzará a plantearlo un especialista en enfermedades bacterianas.
    Pero sobre todas estas cosas, creo que lo más que se tendría que valorar es, dados unos datos y ante una interpretación, no descartarla sin poder justificar otra mediante la misma observación, buscar más experimentos que puedan apuntar en la misma dirección, y aceptar la realidad por sorprendente que parezca (de hecho, creo que es lo hermoso).

  3. De como algunos pseudoescépticos «refutan» esta entrada:

    http://www.formspring.me/elnocturno

    Dice Schwarz:

    «Para empezar, lo que incluye ese enlace es un capítulo del libro «When the impossible happens» de Stanislav Grof, un volumen en el que Grof afirma también la realidad de los encuentros con extraterrestres, con dioses y con demonios, experiencias fuera del cuerpo, recuerdos de vidas pasadas, proyecciones astrales y toda la panoplia de la supersticion New Age… sin pizca de evidencia.

    Por supuesto, Grof no da ninguna evidencia ni de la existencia de la carta de Sagan de la que habla ni mucho menos de que la reunión a la que hace referencia haya ocurrido. No encuentro ninguna referencia independiente de que tal haya ocurrido, ni de la esposa de Sagan ni de éste mismo, ni siquiera de John Mack, que es un orate de cuidado dedicado al estudio de los contactos extraterrestres que odia a Sagan. Si existe, me gustaría echarle un ojo, pero al parecer no hay más referencia a esta cumbre delirante que el libro de Grof.

    Así que me veo obligado a medir el texto de acuerdo a lo poco que yo sé, y según lo poco que yo sé, Grof miente en dos puntos que conozco. Primero miente al decir que Carl Sagan tuvo como empleado a James Randi. Esto es mentira y da una visión falsa de la fundación de CSICOP y de la amistad de Sagan con Randi. Segundo, el caso del «efecto Marte» de Gauquelin fue una lección importante para los escépticos en cuanto a la seriedad con la que hay que manejar los datos, pero también resulta que es algo que nunca ha vuelto a ocurrir (hablamos de 1977) y también resulta que estudios realizados en la década siguiente demostraron que el tal «efecto Marte» no existe. Y sigue sin existir. (Por cierto, algunos de la mafia marginal paranormal tratan de deslegitimar todo el pensamiento crítico y a todos quienes no comulgan con sus chorradas con base en el aparente error de un pequeño grupo de personas en 1977, lo cual no deja de tener su interés pues revela la escasez de argumentos de estos vendecuentos.)

    Si en esos dos puntos Grof distorsiona los hechos y cuenta sólo parte de la verdad, me cuesta mucho trabajo creer que esté siendo honrado en su reconstrucción palabra por palabra de una supuesta reunión con Sagan ocurrida entre 1974 (fecha de la publicación de «El cerebro de Broca») y 1977, fecha del affaire Gauquelin, es decir, unos 40 años antes de que Grof escribiera su libro.

    Finalmente, la «psicología transpersonal» era una seudociencia cuando la fundó Grof y sigue siéndolo según cualquier parámetro razonable, desde el momento en que ninguno de sus conceptos base es objetivamente identificable ni medible hasta el final cuando no tiene ni un mecanismo explicativo ni la capacidad de predecir ningún comportamiento.»

    Solo me gustaría comentar que Schwarz afirma que el efecto Gaullequin fue el único evento de una lección que no se ha vuelto repetir. Sin embargo, Schwarz olvida mencionar que en realidad se trata de varios eventos:

    La controversia del estudio de la homeopatía en el programa de Horizon dónde partició James Randi y que no fue un estudio aprobado por Madeleine Ennis

    La controversia en relación a los atentados del 11-S y la supuesta «falta de evidencia».

    La controversia con la parapsicología y el Princeton Research Anomalies.

    La controversia entre el psicoanálisis actual y experimental y las opiniones de los escépticos de que el psicoanálisis no ha hecho experimentos.

    La controversia de la salida de Marcello Truzzi del CSICOP.

    La controversia de la ruptura de Mario Bunge en torno a su denuncia de que la teoría de la memética de Richard Dawkins es una pseudociencia.

    La controversia entre los casos de pederastia de James Randi y el programa de Control mental (PSYOP’S) con la CIA.

    La controversia entre los intéreses industriales con ciertos escépticos defensores a ultra anza de los OMG y ciertos investigadores ligados al CSICOP.

    Y la controversia del efecto gaullequin donde Richard K. un ex-miembro del CSICOP denuncia las malas prácticas, algo que no menciona Schwarz, de tal organización.

    El llamado CSICOP (hoy CSI) tiene muchos ejes que no se cuentan, que no se difunden y debería de hacerse.

    • Muchas gracias por el tiempo dedicado a relatar todo el texto, te lo agradezco.
      Yo, quitando todo el tema de los demás asuntos del libro y demás paja, me quedo con la actitud que supuestamente tuvo Sagan ante unos hechos que simplemente no cabían en el marco científico actual o en su esquema de ideas. Decir que algo no sucedió o que ese cirujano estaba mintiendo, antes de tan siquiera plantearse ser un poco objetivo, no son actitudes científicas. Y negar que esa reunión tuviera lugar, bueno, es una ramificación del mismo tipo de actitud, o así es como lo veo yo jeje
      Además, no imagino un neurocientífico metiéndose en temas de paleontología o un abogado dando lecciones a un químico. Aún no entiendo qué hacía Sagan desviándose tanto de su campo.

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